LA OTRA CARA DEL OPUS
DEI
Autora: María Angustias Moreno
UNA QUERELLA ¿POR
QUÉ?
Los acontecimientos habían venido siendo significativos.
La versión de mis "depravaciones" estaba
ya en boca de distintos miembros de la institución
como información desautorizante del libro publicado.
Las personas visitadas, como decía, lógicamente
habían tenido sus desahogos con familiares y amigos.
La campaña podía extenderse; los motivos para
pensar así eran cada día mayores; era necesario
cortarla, impedirla. El daño, agravado por la autoridad
del sacerdocio como garantía de verdad, obligaba a
una acción consecuente.
La onda expansiva de esta injuria y calumnia era ya un hecho.
El número de personas visitadas había sido considerable
y por las mil circunstancias familiares, sociales, etc., incluso
había llegado a informadores de prensa que solicitaban
entrevistarme para corroborar el insólito suceso.
Como un medio más para devolver las cosas a su cauce,
un medio lógico, y creo que bastante honesto, pensé
en un sacerdote de la Obra con el cual yo me había
estado confesando durante estos últimos años,
desde que dejé la Obra hasta hacía unos meses
que había sido trasladado a Málaga. Un hombre
que, hasta entonces, había puesto siempre su sacerdocio
por encima de su pertenencia al Instituto. Me conocía
dentro de la Obra, y sabía de la rectitud de mi dimisión.
Se me ocurrió que, puesto que me conocía bien,
si yo se lo pedía, estaría dispuesto a dar su
testimonio sobre el caso. Y lo estaba. Le hice llegar el caso
a través de una amiga, para que su entrevista conmigo
no le comprometiera ante sus directores; no salía de
su asombro. Consideró en voz alta, delante de mi amiga,
lo que protagonizar este testimonio podía suponer para
él: "Puedo verme en la calle, a mi edad (unos
cincuenta y bastantes) y solo..., pero mi sacerdocio está
por encima de todo; dentro de unos días que Marian
se ponga en contacto conmigo por teléfono, y quedaremos
para que yo le dé una nota escrita: rezad por mí."
Estaba dispuesto a facilitarme así mi defensa, sabía
que en honor a la verdad podía hacerlo muy bien. Pero
creyó oportuno ponerlo en conocimiento de sus directores
antes de dármelo. Quedamos en que yo le llamaría
con nombre supuesto para evitarle complicaciones y concretaríamos
una entrevista para efectuar dicho acuerdo. Le llamé;
me resultó muy difícil porque no podía
contestar a nada de lo que yo le decía (al parecer
porque le oían los demás de su casa), al cabo
de algunos preámbulos me dijo que le llamara otro día
y a otra hora; tampoco conseguí nada. Le pedí
a la misma amiga que había intervenido antes que pasara
por el confesonario de una iglesia pública de Málaga
en la que él tenía unos días y unas horas
fijas para confesar, facilitándole así el cumplimiento
de su promesa; pero no estaba, según le dijeron a mi
amiga "no estaría en varios días, no sabían
cuántos, porque había tenido que ir a Sevilla".
En Sevilla está la delegación para Andalucía
del gobierno regional de la Obra. En Sevilla vivo yo, y tenía
datos más que suficientes para haberme podido localizar.
Pero ya no quiso volver a saber nada más de mí.
Cuando se ha estado dentro de la Obra, es enormemente fácil
imaginar la clase de "reflexiones" a que fue sometido;
no me cabe la menor duda de que fueron "serias y fuertes".
Tan fuertes, que "acabaron" con lo que él,
días antes, consideraba su propio deber sacerdotal.
Pasaron los meses y no volví a saber nada. Tampoco
yo insistí más; sabía, sé, que
es inútil.
Sólo cabía una posibilidad, la única
con viabilidad y seriedad consecuente con el caso, la de ponerlo
en menos de un abogado. Y así lo hice, acudiendo a
don José María Gil Robles y Quiñones.
Por delicadeza de éste, cada uno de los seis sacerdotes
antes aludidos (los protagonistas de las visitas) recibieron
una carta comunicándoles la demanda de conciliación
previa a la querella por injuria y calumnia de la que se había
hecho cargo. Al día siguiente, sin consideraciones
a que era domingo, sin previa cita, y en la casa particular
de mi abogado (no en su despacho) se presentó el abogado
de los seis querellados D. X.X.X. (ver nota) (numerario
del Opus Dei) a las cuatro de la tarde.
Decía no comprenderlo, ya que la actuación
alegada había sido el resultado de una actuación
en conciencia y debidamente. Mi abogado le hizo ver que en
ese caso no tenían nada que temer si el asunto iba
adelante. Insistieron en conocer en qué me basaba yo
para acusarles y supo de los testimonios escritos y legalizados
ante notario de las personas visitadas.
Durante todo un mes, este señor (el abogado de ellos)
estuvo repitiendo casi a diario sus visitas a mi abogado.
Al día siguiente de la primera que acabo de narrar
solicitaban ya una entrevista conmigo, allí en el despacho
del abogado; en la cual, uno de ellos en nombre de todos me
pediría perdón, si yo quería de rodillas.
Cuando me lo transmitían no pude menos de sonreír.
Era la comedia de siempre, sin darse cuenta de que para mí
la comedia había terminado ya hacía casi cinco
años.
Intentaban hacer cabeza de turco a uno de ellos: "Don
Juan García Llovet (miembro de la dirección
regional de la Obra en España) se hacía responsable
único, los demás habían sido unos mandados."
Querían que fuese él solo el que aceptase todas
las culpas, y que a él se redujera toda responsabilidad
o reclamación. Al fin y al cabo un holocausto más
que se le pedía. Es fácil deducir, o al menos
intuir, que con esta fórmula resultaría luego
mucho más fácil convertir el asunto en una cuestión
personal, ante la cual la Obra se rasgaría limpiamente
las vestiduras. Pero resulta que todos ellos son mayores de
edad; sacerdotes con muchos años de vuelo. Y resulta
que no contaban con que mi experiencia dentro había
sido lo suficientemente larga como para conocer lo costoso
que resulta cumplir muchos mandatos (por ilógicos e
incoherentes) en "virtud de una obediencia" que
debe asumirse como "decisión personal" pero
que no es más que el cumplimiento de una orden. No,
yo no podía aceptar semejante cosa porque me consta,
por mi propia experiencia, que no es así.
A título de holocausto, de servicio a los intereses
de la Obra, las víctimas son lo de menos. Sólo
hay un eximente que de hecho no lo es tal, de la responsabilidad
personal de cada una de estas personas, que es el de su incondicional
adecuación a una clase de servicios a la institución,
que pueden repelar su voluntad (la personal de cada uno),
pero que indudablemente queda aceptada y corroborada por su
responsable y personal actuación.
A esta segunda negativa mía, propusieron (ellos) escribirme
una carta en la que se retractarían todos. No lo veía
muy claro, pero por consejo de mi abogado acepté conocer
el borrador. Como ya me temía no era otra cosa que
una autojustificación en la que "de paso"
presentaban sus disculpas por haber herido mis sentimientos,
alegando que "no había movido sus ánimos
menoscabar mi honra y mucho menos hacerla objeto de imputaciones
que sólo les constaban por testimonios, lógicamente
no comprobados, de terceros. Actuación llevada a cabo
(seguía diciendo el borrador) con la exclusiva finalidad
de cumplir con un deber de conciencia, en el que pudieron
errar de buena fe, como puede ocurrir a todos los humanos.
Pretendiendo que con estas y pocas alusiones más, yo
me diera por reparada y satisfecha.
Es elemental que no se trataba de "sentimientos heridos",
sino de una honra seriamente menoscabada. Ni se puede alegar,
entre personas mayores, "buena voluntad" tratándose
de hechos objetivamente injuriosos y calumniosos, llevados
a cabo con la premeditación que los propios acontecimientos
evidencian.
Todo un mes de negociaciones, de pretendidas soluciones privadas,
tan insuficientes como decisivas para que el acto de conciliación
previo a la querella se impusiera como único camino.
En una de las últimas visitas de estos señores
a mi abogado, conociendo ya mi decisión de no aceptar
paños calientes, le insistieron en que esperara unos
días más para ver si "con la oración
de los querellados Dios movía el espíritu de
la querellante hacia una solución de armonía".
Por mi parte sin comentarios, creo que se comenta por sí
solo. Hablaron también de aceptar la conciliación
si lo que yo pedía era una indemnización económica,
los millones que yo quisiera.
Pero no, no lo considero una cuestión de millones
(al margen de lo que por daños y perjuicios la justicia
pudiera considerar), sino de simple reparación de mi
fama. Me honra vivir solo y exclusivamente de mi trabajo personal.
Lo único que yo necesitaba, para mayor claridad y exactitud
(máxime tratándose de una institución
con la cual tan difícil es aclararse), como lógica
consecuencia de la calumnia injuriosa de la que había
sido objeto, era una retractación legal de cada uno
personalmente.
Las conciliaciones quedaron presentadas en los juzgados de
Madrid (n° 18, día 18-10-78, pasando luego al n°
11 por exigencias del cambio de domicilio de uno de los citados),
Sevilla (números 5y 10, día 21-10-78) y Barcelona
(números 17 y 20, día 28 y 25-10-77) en los
mismos términos para todos, de la siguiente manera:
Al juzgado
(...) Procurador de los tribunales, en nombre y poder especial,
que exhibo y retiro después de debidamente testimoniado
-de la Srta. María Angustias Moreno Cereijo, ante
el Juzgado comparezco y como mejor proceda en derecho DIGO:
Que solicito la celebración de acto de conciliación,
previo a la querella por injuria y calumnia, contra D. Juan
García Llovet, con domicilio en Madrid, calle Diego
de León, 14, para que se avenga a reconocer:
1° Que es miembro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa
Cruz y Opus Dei.
2° Que ostenta o ha ostentado puestos directivos de
dicha Obra.
3° Que acompañado de don Emilio Navarro Rubio,
también sacerdote miembro de la Obra citada, visitó
a diversas personas de la ciudad de Madrid.
4° Que ante esas personas visitadas formuló imputaciones
contra la señorita María Angustias Moreno
Cereijo, asegurando que era una pervertida sexual y una
lesbiana, y que había intentado pervertir a varias
jóvenes pertenecientes a la "Sociedad sacerdotal
de la Santa Cruz y Opus Dei".
5° Que cuando realizó esas visitas tenía
conocimiento de que la Sta. María Angustias Moreno
Cereijo había publicado un libro titulado "El
Opus Dei. Anexo a una historia".
6° Que las visitas a que se refiere el n° 4 fueron
hechas a personas que habían firmado y publicado
una carta solidarizándose con la Srta. María
Angustias Moreno Cereijo con motivo de la publicación
de su libro.
7° Que reconoce que las imputaciones hechas a la Srta.
María Angustias Moreno Cereijo obedecieron a informaciones
que han resultado falsas.
8° Que, en consecuencia, reconoce y declara que esas
imputaciones son gravemente injuriosas y calumniosas, por
lo que las rectifica totalmente en este acto, estando dispuesto
a dar a la Srta. Moreno Cereijo las reparaciones morales
procedentes por el daño que se le ha causado.
9° Finalmente que se compromete y obliga a enviar copia
del acto de conciliación a todas las personas que
visitó haciendo las imputaciones referidas contra
la Srta. Moreno Cereijo con un carta suya de simple remisión
de copia, hecha por conducto notarial. Y
SUPLICO AL JUZGADO se sirva tener por presentada esta papeleta,
citar a D. Juan García Llovet, con domicilio en calle
Diego de León, 14, de Madrid, y señalar la
fecha de celebración del acto de conciliación
a los efectos indicados en el cuerpo de este escrito.
Es justicia que pido en Madrid (...) de octubre de 1977.
No hubo avenencia. Lo cual significa que no eran aceptables
para ellos los puntos mencionados. ¿Por qué?
¿Qué es lo que de ellos pueden negar?
¿Qué no son sacerdotes del Opus Dei?
¿Que no conocían mi libro?
¿Que las personas visitadas no son las de la carta
de adhesión al mismo? Porque hay muchas más
personas que pertenecieron a la Obra, que tengo relación
con ellas (las hay con necesidades y problemas objetivos,
como decía) y que no han sido incluidas en este deber
de velar por ellas.
¿Podrán negar que tienen o han tenido cargos
directivos en la institución? Ninguno de ellos en un
recién llegado que actúa en nombre de su inexperiencia.
García Llovet forma parte de la Comisión Regional
de la Obra en España (representación u órgano
de gobierno inmediato al de Roma o Sede central); Badrinas
Amat es el vicepostulador para la causa de beatificación
de monseñor Escrivá. Los dos de Sevilla forman
parte del gobierno de la delegación de la Obra para
Andalucía.
Que las pruebas alegadas eran falsas ya lo habían
admitido privadamente, en la carta borrador a la que he hecho
alusión.
¿Qué es entonces lo que les resulta inaceptable
en lo solicitado?
La avenencia por su parte, por parte de ellos, hubiera evitado
tener que seguir ajuicio. Quizá pensaran que era "demasiado
poco" para considerarlo suficientemente reparador ante
el atropello cometido. Quizá también consideraran
que para admitir esto "tiempo había", al
fin y al cabo ¿qué otra cosa puede ser el final
del juicio? O tal vez la confianza en sus recursos, en su
poder, les hizo concebir que "nada tenían que
perder".
Según mi madre (que está plenamente de acuerdo
conmigo, como el resto de mi familia) todo esto es como "la
lucha" de un enano contra un gigante. Y tiene razón.
Ni su ponencia, ni su fuerza de grupo, ni las artimañas
a que están tan acostumbrados, son las mías;
no, por supuesto que no. El presidente del Senado (Sr. Fontán)
es numerario del Opus Dei; otro, el presidente de la Banca
Privada (Sr. Termes). Dicen que tienen más parlamentarios
en las Cortes de ahora que en la época de Franco. A
pesar de que en épocas pasadas, según el propio
Sr. Valls Tabemer (numerario del Opus Dei y presidente del
Banco Popular Español) confesara en un programa de
T. V. ("Quién es quién") que él
había confeccionado listas de ministros de gobiernos
enteros. Listas que según me ha confirmado un ex socio
de aquella época también, se hacían en
Diego de León, 14, sede del gobierno de la Obra a nivel
nacional, lo cual puede servir para dar una idea de la influencia
política de entonces; sobre lo que quizá quepa
pensar que todavía fueran ellos los utilizados, quizá
para que tal aprendizaje les resultara rentable a la larga...
Todo un imperio (abierto o solapado, a según qué
efectos da igual) montado sobre teorías espiritualistas
para que sean muchos, muy bien "dominados", y así
poder hacer de ello (de la cantidad) recurso de poder.
¿Como medio de cristianizar el mundo? No fue el sistema
que utilizó Cristo; no eligió senadores como
discípulos, ni les dijo que tuvieran que conseguir
serlo, y pudo haberlo hecho; ni siquiera insinuó que
logrando "gobernar" el Imperio Romano (entonces
sojuzgador del propio pueblo judío) era como iban a
hacer más eficaz su apostolado. El cristiano es esa
persona que ha de saber hacer del poder, cuando lo toca, un
instrumento más de servicio y de respuesta coherente
a la fe que profesa; pero nunca el que convierte el poder
en meta de su ambición cristiana.
Admito la posibilidad de actuaciones, en estos aspectos,
bien intencionadas aunque confundidas. Pero no puedo admitir
que a estas mismas actuaciones que los socios del Opus llevan
a cabo se las identifiquen con posturas o fines (como ellos
dicen) "exclusivamente sobrenaturales".
Dicen los del Opus que la razón que me mueve (una
de las muchas que ya me han achacado) es la de la jactancia,
fama u osadía. No aceptan, no valoran, no quieren contar
con algo tan elemental como el hecho de actuar en consecuencia
de unos sentimientos específicamente humanos sin más
necesidad de pruritos rebuscados. Kipling (poeta y Nobel de
1907) quizá pueda explicar mejor que yo en qué
consiste esa clase de reacciones que llevan, dice él,
a ser un hombre, a ser, como decía, lo que se dice
humanos.
Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos las pierdan y te echen la culpa;
si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan
de ti pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con
mentiras, o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada
sabiduría...
Si puedes soñar y no dejar que los sueños
te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el Triunfo y el Fracaso y tratar
a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías
dedicado tu vida
y agacharte y recontruirlas con las herramientas desgastadas...
Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar escapar una queja sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a
tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que
hayan perdido su fuerza,
excepto la Voluntad que les dice "¡Continuad!"...
Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la
virtud
o caminar entre reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo, pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y-lo que es más- serás un hombre, hijo mío.
Kipling alude a no "dejar nunca escapar una queja sobre
tu pérdida", aparentemente contradictorio a la
postura de denuncia que esta publicación implica. Sin
embargo para mí lo perdido está. No es quejarme
lo que me mueve, ya que esta clase de queja, por los inconvenientes
a que vengo haciendo referencia, nada compensa. Simplemente
estoy "hablando con la multitud".
Ni la fama, ni la venta de libros, ni nada semejante (como
sé que ellos andan propagando entre las gentes) puede
ser la razón de una postura que, como la mía,
lleva consigo mucho más problemas, dificultades e incomodidades
que ventajas o éxitos. Es fácil, muy fácil,
optar por argumentaciones como éstas, para desmentir
aquello que "no gusta", sin más pensar en
nada ni en nadie que no sea el tan repetido "prestigio"
de la institución.
Como tampoco puede hablarse de infamia o de osadía
en mí por el hecho de establecer querella contra unos
sacerdotes (como también están diciendo) sin
al menos explicar, a la vez, las causas que la han provocado.
Si ellos hubiesen querido, todo hubiera acabado en el acto
de conciliación; yo no necesitaba más. Son ellos
lo que han elegido seguir. Yo sólo necesitaba la legalidad
de una verdad totalmente atropellada. De una verdad (actitud
cristiana) que a todos obliga, a los sacerdotes, por el hecho
de serlo, de una manera especial.
Porque amo el sacerdocio, decía, precisamente porque
creo en él, no puedo consentir que sea utilizado de
esta manera. Y para no hacerlo, simple y sencillamente, hay
que evidenciar que esas actuaciones que deben serle ajenas,
no forman parte de su misión.
Una querella que necesariamente tiene que ser personal. Son
seis señores con nombre y apellidos propios, los que
como ejecutores son querellados. Estos señores han
antepuesto, indudablemente, una clase de atropello habitual
al propio montaje del Opus, a su propio sacerdocio, y por
ello no los disculpo; han caído, al menos, en la fatal
abdicación de sus propios compromisos en aras de una
serie de convencionalismos aceptados como mítica autoridad.
Pero son a su vez víctimas de lo que en la Obra constituye
el mito de esa autoridad.
Nadie que posea una sensatez medianamente normal, podrá
aceptar que la actuación de esos señores proceda
de una "ocurrencia personal"; sería demasiado
coincidir. No, evidentemente, esto es inaceptable. Honradamente
hay que pensar en un mandato en razón de una obediencia
que en el caso de los sacerdotes numerarios del Opus Dei,
según nos dijeron siempre (y según el punto
151 de las Constituciones de la Obra que publica Infantes
en su libro, las únicas que conozco) sólo es
debida al Consiliario o superiores por encima de éste.
En este caso: Florencio Sánchez Bella (como Consiliario
de España) o A. del Portillo, como presidente general.
¿Puede un sacerdote obedecer o considerar materia
de obediencia la difamación o la injuria? Éste
es el problema. Y de ahí que una cuestión necesariamente
personal, no pueda dejar de ser evidentemente institucional.
Los hechos siguieron sucediéndose. La querella siguió
su trámite, fue al menos mi intención que así
fuera.
A pesar de ser don José María un señor
muy ocupado, cargado de asuntos de gran envergadura, su cordial
acogida y su humanidad me llevaron a poner en él toda
mi confianza. Ante mi preocupación porque el tipo de
asuntos pudiera no interesarle o complicarle innecesariamente,
me reafirmaba en una carta de 24-8-77 su deseo de promover
la acción que le había confiado. "No me
importa (decía) las personas contra las que debo actuar.
Me basta que usted tenga razón y que solicite mi ayuda
profesional."
Esta fue la primera parte. Luego las cosas se complicaron.
No he llegado a saber con exactitud cuales fueron las presiones
a las que Don José María tuvo que someterse;
sé que todo cambió radicalmente, hasta dejar
prescribir el caso.
Humanamente ¡ellos ganan!
¿Moralmente?
La verdad sólo es verdad cuando para nada necesita
de compromisos de favor, de que "la lleven o la traigan".
No "es verdad nada" que no se ampare en la fuerza
de su propia verdad. Y como dice el proverbio chino: "No
hay aguja que tenga dos puntas."
Junto al trigo necesariamente ha de crecer la cizaña;
pretender arrancarla no sería evangélico. Pero
sí lo es, y muy necesario, el contribuir a que pueda
distinguirse, a que sea posible llamar a las cosas por su
nombre, y no confundirlo que puede ser cizaña con lo
que es el trigo.
El juicio válido (la catalogación y separación
de la cizaña) corresponde a una justicia que no es
precisamente de este mundo, no es como la de este mundo, y
en ésa es en la única que yo creo. Es la única
que realmente tiene, puede tener, valor absoluto; la única
invulnerable.
Mientras esta justicia llega, hay simplemente que definirse,
hay que apostar por la verdad (por la lealtad, por la honradez,
por la claridad) o hay que quedarse del lado de la mentira,
del enredo o de la confusión.
Hay por ello, en uso de un derecho que es deber de toda persona
de bien, que contribuir a evitar mitos que, con la fuerza
de su fanatismo, puedan arrollar, atropellar, aspectos importantes
de la más elemental lealtad.
FIN DEL LIBRO
Nota: el nombre del abogado de los querellados, que figura en la edición en papel del libro, ha sido suprimido aquí como consecuencia de la solicitud de cancelación de datos realizada por parte de la persona afectada.
Arriba
Anterior
Ir a la página
principal
|