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OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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La dolarización del cielo

José Steinsleger
publicado en El Nuevo Diario

La curia pontificia romana está de pláceme. Se entiende. En un mundo urgido
de santos, el beato aragonés Josemaría Escrivá de Balaguer (1902-75), ideólogo y fundador de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (Opus Dei), ha sido incorporado a la hagiografía oficial del Vaticano. ¿Cómo llega un beato a ser canonizado? La plata cuenta. Pero hay que hacer milagros. Tampoco basta con uno. Por lo menos dos, probados.

La Congregación de la Causa de los Santos, que se encarga del asunto, asegura que Josemaría consiguió cientos, con buenos resultados: los maridos volvieron a casa, los ateos se convirtieron, los devotos encontraron trabajo, las estériles quedaron embarazadas, los masones renunciaron y los adúlteros se comprometieron a sentir asco por la media naranja del otro.

El primer milagro de Escrivá tuvo lugar siendo niño, cuando el peluquero del pueblo le quemó con la tenaza. «Fueron los primeros contactos con el dolor y el sufrimiento, los primeros encuentros con la cruz», escribió Francois Gondrand, uno de sus biógrafos. Más tarde, acosado por las deudas, el papá mudó la familia de Barbastro a Logroño y Josemaría tuvo su primera experiencia mística: la huella de un fraile sobre la nieve. Era la señal celestial.

«Seré santo», se dijo el joven. Sin embargo, después de que Juan Pablo II anunció la beatificación de Escrivá (17 de mayo de 1992, la más rápida de la historia), sor Catalina Serna, ex superiora general de las Carmelitas de la Caridad, sitio donde el jefe del Opus Dei habría curado de un tumor a la monja Concepción Boullón, declaró: «Yo no me enteré de nada». Infundios.

Especialmente puro y soberanamente perfecto (méritos que no tuvieron Pío XII, el «papa nazi», y Juan XXIII, el «papa bueno»), Josemaría Escrivá de Balaguer ya integra el santoral luego de haber sido director del retiro espiritual de Francisco Franco (1947), asesor espiritual del rey Juan Carlos y motor de un abigarrado y potente enjambre de empresas, aseguradoras, medios de comunicación, universidades y ramificaciones financieras por el mundo.

En Consideraciones espirituales, libro de consejos que al final de la guerra 1936-1939 fue reimpreso bajo el título de Camino para las cuatro categorías de seguidores del Opus (numerarios, agregados, supernumerarios y cooperantes), hay un eje rector: «Hoy, con la extensión y la intensidad de la ciencia moderna, es preciso que los apologistas se dividan el trabajo para defender en todos los terrenos científicamente a la Iglesia».

El primer santo del milenio y del fascismo español observa en Camino: «Quieres ser mártir. Yo te pondré un martirio al alcance de la mano: ser apóstol y no llamarte apóstol, ser misionero -con misión- y no llamarte misionero, ser hombre de Dios y parecer hombre de mundo: ¡pasar oculto!».

Remedo de los «Ejercicios espirituales de San Ignacio», «Imitación de Cristo», de Kempis, y «Manual para boy scouts» (Luis Carandell, otro biógrafo de Escrivá), el católico José Luis Aranguren, titular de la cátedra de Etica de la Universidad de Madrid en los años sesenta, diría: «Camino es la expresión de un catolicismo de cruzada, de lucha y exterminio, de exaltación de la voluntad con fines belicistas y de la división simplista de los hombres en buenos y malos, según que pertenezcan o no a nuestro in-group. Pero todo eso, que estaría mejor en su lugar con los apologistas clásicos de la Contrarreforma, está a mil leguas de la espiritualidad actual, la de Juan XXIII y Pablo VI, la del Concilio Vaticano II».

Una de las 999 máximas de Camino observa: «Tu perfección está en vivir perfectamente en aquel lugar, oficio y grado en que Dios, por medio de la autoridad, te coloque». Así, el Opus le guiña el ojo a Bernardo de Clairvaux (1091-1153), una de las personalidades más reaccionarias del siglo XII, para quien el éxtasis místico se alcanza mediante la cooperación del libre albedrío y la gracia divina. Pero a la vez, el Opus es una forma de neotomismo que acepta con resignación el lugar que cada uno ocupa dentro de la sociedad. En suma: la visión inmovilista y corporativa de la historia.

Según el teólogo alemán Von Balthasar, Camino es una suerte de libro del tipo El vendedor más grande del mundo, en el que proféticamente se anuncia el perfil del líder político de los años 80: duro, práctico, dinámico, paciente, autocontrolado, de corazón cerrado ante los seres humanos y totalmente entregado a Dios y la Iglesia romana.

En efecto. Nacido con la crisis capitalista mundial de 1929 (2 de octubre de 1928), el Opus Dei se encuentra indisolublemente ligado a la vida de su fundador y la génesis del fascismo español. Desde el inicio, la secta se propuso reclutar a «los más listos, los más preparados, los más poderosos»: caudillos y «clase de tropa». Y esto fue un bálsamo para los católicos ricos, nobles y retrógrados de aquella España profundamente dividida, en la que 6 mil frailes y curas de lado y lado fueron inmolados en las llamas de la guerra civil.

Escrivá militó en el bando vencedor. Oficial en la «División Azul» durante la invasión de Hitler a Rusia (1941), su prédica apostólica coincidió con la ideología de Franco: «Hay que formar parte de la aristocracia de la sangre y de la inteligencia». El autor de Camino fue preciso en asuntos definitivos: «La guerra tiene una finalidad sobrenatural..., pero tendremos al final que amarla, como el religioso debe amar a sus disciplinas... No olvidéis que Cristo tiene también milicias y gente escogida a su servicio».

Enemigo del papa Paulo VI («Dios, en su infinita sabiduría, debiera llevarse a este hombre»), de Juan XXIII («el demonio metido en la cabeza de la Iglesia»), de la Teología de la Liberación y de todas las formas de socialismo, el Opus Dei consiguió en 1982 el grado de «prelatura» (a las órdenes directas del Papa), cosa que le vino muy bien a la cruzada anticomunista de Juan Pablo II.

En este sentido, el Opus Dei ha sido al modelo neoliberal lo que los dominicos y franciscanos fueron para las Cruzadas y los jesuitas ante la Reforma de Lutero.

En 1939, el futuro san Josemaría se doctoró en derecho. No obstante, nadie ha podido encontrar hasta hoy el título pese a que sus parientes y acólitos han juntado hasta los calcetines que usaba en la guerra civil para venerarlo. Su expediente académico en Madrid y Zaragoza es inexistente.

Pero la importancia del poder económico del Opus Dei ha trascendido claramente el plano religioso. La victoria de Franco representó a Josemaría la salvación, y su fábrica exportadora de iconos se convirtió en una trasnacional del espíritu. Hacia 1951, la cantera de cuadros «modernizadores» del Opus Dei empezó a coptar los cargos más altos del gabinete franquista, siendo uno de sus acólitos más tenaces el temible almirante Luis Carrero Blanco, hombre clave del franquismo, asesinado por la ETA en 1973.

A fines de los años 70, con la caída del Banco Ambrosiano y el escándalo de la logia P-2, el Opus Dei se lanzó al asalto del Vaticano tras el sonado escándalo en que la financiera de la Santa Sede, dirigida por el arzobispo estadounidense Paul Marcinkus, le quedó debiendo al Estado italiano 250 millones de dólares.

El Opus pagó estos fondos y, a cambio, Joaquín Navarro Valls, socio del Opus y corresponsal del diario conservador Abc de Madrid, fue nombrado director vocero de prensa de la Santa Sede.

Férreamente alineado junto a las clases más reaccionarias de la sociedad española, el Opus Dei llegó a tener 12 de sus miembros sobre 19 en el gabinete número 15 de Franco y hoy integra buena parte del gobierno de José María Aznar mediante el Partido Popular. Alejandro Agag, yerno de Aznar, sigue los pasos de Escrivá, el ministro Federico Trillo pertenece al Opus, así como otros personajes del régimen como Jaime Mayor Oreja y Mariano Rajoy.

Con cifras al por mayor, el periodista argentino Emilio Corbiere, autor de Opus Dei: el totalitarismo católico (Sudamericana, septiembre de 2002) indica que la estrategia actual de esta organización se basa en el intento de controlar las telecomunicaciones y dominar la informática y la tecnología de punta aplicada a las comunicaciones. De la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad de Navarra y el Colegio Centro Tajamar de Vallecas salen los técnicos especializados en ingeniería de software, microelectrónica, diseño de base de datos, comunicaciones por fibra óptica y aplicaciones de la informática a las artes gráficas, que, generalmente, son absorbidos por empresas próximas a la orden.

En América Latina, el Opus Dei cuenta con más de 20 mil miembros en Argentina, Chile y Colombia. En México controla numerosos colegios donde estudia la bella gente: Universidad Panamericana, Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas; en Chile, Universidad los Andes y en Argentina Universidad Austral, entre docenas de negocios, instituciones, medios y empresas.

En el Opus Dei figuran ex presidentes como Rafael Caldera, de Venezuela, Gustavo Béliz y el ex nazi Rodolfo Barra, ex ministro del Interior y presidente de la Corte Suprema de Justicia, a más de obispos, militares y profesionales de todas las disciplinas. Pero sobre todo banqueros que han lavado dinero del narcotráfico o que han sido responsables de la quiebra «técnica» de los bancos, como en los casos comprobados de «Sasetru» y el Banco Crédito Provincial de La Plata.

 

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