ANDANDO
HACIA ATRÁS EN EL TIEMPO
MARYPT, ex supernumeraria, 9 de enero de
2005
El texto original en portugués
Traducido por Inés
1. Introducción
Después de leer el impresionante texto de E.B.E.,
"La
Obra como Revelación", me decidí
a intentar escribir la historia de "mi vocación"
en la Obra. Junto con la claridad de las manifestaciones hechas
por E.B.E., tengo presente los siguientes puntos de la Carta
de D. Álvaro publicada en la web:
¡Qué trágica mentira cuando la
infidelidad se pretende camuflar bajo apariencia de amor!
Judas traicionó al Señor por dinero, Demás
abandonó a San Pablo por los placeres de esta vida...:
en el fondo, siempre es el egoísmo, la soberbia,
es el yo desorbitado el que impide la fidelidad. Para nosotros,
la fidelidad a nuestra llamada significa fidelidad a la
vocación cristiana: al Amor de Dios. Se entienden
por eso las palabras fuertes de nuestro Padre: si alguno
de mis hijos se abandona y deja de guerrear, o vuelve la
espalda, que sepa que nos hace traición a todos:
a Jesucristo, a la Iglesia, a sus hermanos en la Obra, a
todas las almas. [Carta
de D. Alvaro, marzo 1992, páginas 68-69]
Son palabras fortísimas que me lastimaron mucho al
leerlas en la pantalla; no me acuerdo de haberlas leído
a principios de los años 90, pero ciertamente que las
oí en algún medio de formación. Probablemente
en un momento en que estaría "distraída"
del contenido de tales misivas que siempre me parecían
idénticas...
La forma más expresiva de "contar mi historia"
(además de lo mucho que ya escribí en mi testimonio
anterior -"Luces
y sombras...") será comenzando de fin
a principio, o sea, desde mi salida de la Obra hasta que pedí
la admisión dos décadas antes.
Quería aclarar que la razón por la cual no
siempre doy datos precisos acerca de mi vida es la de evitar
la identificación por parte de personas que me son
queridas (familiares y amigas) y que permanecen en la Obra.
No quiero de ninguna forma hacerlas sufrir...
2. La salida
Deje la Obra un día 19 de marzo, después de
haber comunicado que no renovaría la oblación.
Fue una salida enteramente pacífica y no traumática,
hecho que agradezco mucho a mis ex-directoras. Pero esto no
se debió a mi condición de supernumeraria, sino
antes al hecho de mi alejamiento de la Obra que se dio progresivamente
a lo largo de más o menos doce años... Al final,
casi nadie quedó sorprendido con mi decisión.
Para mi espanto, habiendo trasmitido la decisión de
no renovar a la persona con quien hacia la charla, ésta
comenzó a decirme que yo tendría que hablar
con ésta y aquella directora (lo que me incomodaba
muchísimo) y acabó por informarme que al final
ya no sería preciso.
3. Lo que entendía por "momento oportuno"
Creo que afectiva y psicológicamente "dejé"
la Obra casi diez años antes de haberla dejado efectivamente.
Claro que esta diferencia de tiempo sólo parece posible
en el caso de una asociada supernumeraria que, por definición,
no vive en un centro, ni está sujeta a un apretado
control de actuación como por ejemplo las agregadas.
Por todo lo que expliqué en mi testimonio
anterior, me fui apartando de los centros y actividades
de la Obra. poco a poco, en la medida en que mi vida real
-familia, trabajo, relaciones sociales- estaban al margen
de ese mundo cerrado del Opus Dei con el cual yo apenas mantenía
un contacto "umbilical" a través de la charla,
de la confesión, los círculos y poco más.
Claro que durante todos esos años sentí muchas
veces que debía tomar la "decisión"
de ruptura. Pero quería hacerlo sin sufrimiento para
mí y para mis familiares y amigos que colocaban a la
Obra por encima de todo en la vida. Ese era mi dilema. Cómo
ser coherente sin lastimar a nadie, incluyendo a la última
directora con la que hice la charla varios años y que
siempre tuvo mucha paciencia conmigo.
Al mismo tiempo, viví varios años en un grado
de cansancio extremo; aquellos en los que mis hijos eran muy
pequeños y, al mismo tiempo, realizaba tareas profesionales
exigentes; la rapidez en la que vivía, el "stress"
que sentía, etc., me impedían afrontar mi vida
con suficiente lucidez. Recuerdo pedir frecuentemente a Dios
que me diese fuerzas para aguantar tanto esfuerzo, y luz para
tomar la decisión más coherente en relación
con el Opus Dei, del que yo ya me sentía "fuera"
en lo más intimo de mi misma.
4. Dentro y fuera al mismo tiempo
¿Cómo es que se puede continuar perteneciendo
a la Obra y sentirse fuera de ella durante casi una década?
Bien, es posible en la medida en que, por un lado, procuraba
vivir mi vida con profundo espíritu cristiano, pero,
por otro lado, estaba tan absorbida por las exigencias de
criar a los niños y de mi trabajo, que poco podía
pasar por el centro.
La verdad, las directoras fueron casi siempre muy comprensivas
en cuanto a esta situación que, de hecho, no era nada
original. Decenas de otras supernumerarias de mi país
vivían (y viven) de la misma forma.
La gran diferencia estaba dentro de mí: me sentía
cada vez más "desligada" de los objetivos
"opuesdeicos": llenar retiros, invitaciones para
la novena de la Inmaculada Concepción, preparar la
tertulia del Padre... Lo que era un alivio, porque -como interiormente
me "rebelaba" con la forma y con el contenido de
esas actividades- no tenía que vivir en permanente
contradicción.
5. A pesar de todo...
A pesar de todo, claro que sentía alguna contradicción
interior. Sentía, sobre todo, que tenia que tomar "la
decisión"; pero de forma alguna tenía fuerzas
para "luchar" contra la cerrazón de las numerarias
unidas en mi contra. Y sin duda que sería eso lo que
habría sucedido si yo no hubiese dejado mi relación
con el Opus Dei: "caer por desgaste".
Lo que me sucedió no obedece a cualquier estrategia
pensada previamente. Lejos de eso: yo vivía en esa
aflicción permanente de que un día me iban a
mandar hacer algo que yo tendría, en consecuencia,
que rechazar, y entonces quedaría sujeta a una "furia
monumental".
Mi vida el Obra tenia un lugar ambivalente:
i. Era un buen apoyo para las preocupaciones familiares,
sobre todo porque en la charla podía desahogarme
de los problemas que me afligían; la relación
con mi marido en los primeros años de matrimonio;
el nacimiento de mis hijos; las dificultades con el trabajo,
etc.
ii. Era una importante fuente de complicaciones
con todas aquellas exigencias absurdas de invitaciones para
amigas, de insistencia para ir a actividades... y sobre
todo de insistencia de ¡donativos en dinero!
6. Mientras fui supernumeraria joven y soltera
Cuando en la Obra. se dice que "los supernumerarios
no saben casi nada de lo que pasa...", es en gran medida
verdad..., pero no para los supernumerarios "jóvenes
y solteros". A éstos y éstas, la Obra pretende
"formarlos" intensamente de manera que en el futuro
sean las bases de apoyo en el trabajo de la obra de san Gabriel
(si es posible, celadores). En los medios de formación
oíamos decir esto muchas veces.
Por eso, para quien "se deja llevar fácilmente",
su vida será rápidamente integrada en la famosa
"burbuja de cristal" típica de los numerarios
y agregados. Y por esta vía se forman muchos supernumerarios
completamente "fanáticos", especialmente
si se llegan a casar con alguien que también pertenece
a la Obra.
7. Antes de ser supernumeraria
Reconozco que el relato de mi relación con la Obra,
escrito del fin hacia el principio, no es propiamente "dramático"
ni siquiera "entusiasmante".
Pero, andando hacia atrás en el tiempo, estamos llegando
a mis dieciocho años, edad con la que hice la oblación
como supernumeraria después de una "tensión"
de más de dos años porque rechacé hacerla
como numeraria.
¿Cómo fue eso posible? Naturalmente porque,
habiendo pedido la admisión con catorce años
y medio, no sabiendo casi nada de lo que era la "vocación"
a la Obra, escribí en la carta al Prelado aquello que
me dijeron: "pido la admisión como asociada numeraria".
No sé explicar cómo fue posible que -habiendo
mostrado tantas resistencias- hubiese acabado por conseguir
que las directoras "me concediesen" que hiciese
la oblación como supernumeraria. Ahora veo claramente
la suerte que tuve en "escapar" a un destino cierto
de tristeza e infelicidad.
Se debió a una mezcla de suerte con algún "discernimiento"
que fui manteniendo, a pesar de la enorme presión a
la que fui sometida para mantenerme sosegada, en el lugar
que para mí habían escogido.
8. Salvada por los "votos"
La verdad, habiendo pitado como numeraria y hecho la admisión
también como numeraria, viví algún tiempo
en la dulce ilusión de que mi destino estaba trazado....
Tal como las cosas se habían iniciado, me sentía
simultáneamente contenta y temerosa porque no percibía
bien lo que había decidido...
Hasta que me enviaron a un "curso anual" en serio
y entonces pude darme cuenta de aquello en lo que me había
metido. Recuerdo perfectamente las cosas que más me
chocaron:
-Las cartas de mi madre abiertas antes de leerlas yo
-Las duchas heladas por la mañana
-Las correcciones fraternas por motivos nimios
-Los tiempos de silencio forzados entre jóvenes llenas
de vida y energía
-Los trajes de baño ridículos usados en la
piscina por las numerarias mayores
-Las clases doctrinales en las que mal se podía abrir
la boca para hacer una pregunta.
Y sobre todo la sensación de estar prisionera en una
jaula; la jaula era dorada, es cierto, ¡pero no dejábamos
de estar prisioneras!
Hasta que un día, en una clase de formación,
nos explicaron que (al contrario de lo que siempre nos habían
dicho) al final siempre tendríamos que "hacer
votos de pobreza, castidad y obediencia" en el momento
de la oblación ¡en tanto así la Iglesia
lo exigiese!. Sentí un rechazo tan grande que por poco
no salí corriendo de la sala donde nos encontrábamos
o de la casa de convivencias. Y durante el resto del tiempo
no pensé en nada más: "¡Me mintieron!
¡Me mintieron!" Y sentí una fuerza inigualable
a mis dieciséis años: nunca, bajo ninguna hipótesis,
yo haría tales votos de pobreza, castidad y obediencia
como numeraria. Y no sólo porque no quería ser
monja; sino sobretodo, porque sabía ¡qué
no sería capaz de cumplirlos! Hablaba con Dios y le
decía: "¡Señor, que conoces mi intimidad
mejor que yo misma, sabes bien que nunca podré comprometerme
solemnemente delante de Ti a hacer aquello que es incompatible
con mi manera de ser! ¡Señor, bien sabes que
yo me enamoro de un chico simpático a primera vista;
¡¿cómo puedo comprometerme a "darte"
mi corazón por entero, cuando yo no consigo controlarlo?!"
Es cierto que había pedido la admisión como
numeraria; pero mal me había dado cuenta de las consecuencias
de esa decisión.... y a medida que tomaba consciencia
de lo que aquello significaba, también veía
que, a mi vuelta, muchas de las que habían pedido la
admisión como yo, pasaban rápidamente al estado
de supernumerarias. Y de la diferencia yo sólo me quedaba
con una cosa, pero era la esencial: las supernumerarias podían
tratarse con chicos, enamorarse y formar una familia.
Por eso, antes de terminar el terrible "curso anual"
decidí con todas las fuerzas que tenía ante
la "temible" presión a la que me enfrentaba:
solo seré de la Obra como supernumeraria, ¡si
no acabaré por hacer algo terrible, violar una promesa
hecha a Dios!
Por eso, ¡¡¡"fui salvada por los votos"!!!
9. "Pescada por la cabeza" y por la (al menos
aparentemente) amistad.
¿Cómo pudo suceder que una adolescente como
yo, tan convencida de sí misma y de sus capacidades,
fuese "pescada" en pocos meses (o semanas)?
Usaron la "artillería" de costumbre y de
una sola vez:
-Acogida fantástica en el club de bachilleres
-Mi amiga numeraria se desvivía en atenciones conmigo
-Invitaciones especiales para todo y alguna cosa más
-Ida a Roma en Semana Santa (y más "artillería"
pesada)
-Conversaciones "concertadas" con el sacerdote
en la dirección espiritual
-Incentivo de mis intereses intelectuales a través
del préstamo de libros, conversaciones, permiso para
ir a conferencias
Y después, ¡vocación, vocación,
vocación!
Y yo diciendo que era muy pronto, que tenia que hablar con
mis padres, que no sabía bien lo que Dios quería
de mí, que tenia que hacer las cosas con calma....
Y al día siguiente, una llamada telefónica;
y una conversación con una de mis mejores amigas diciendo
que ella ya había "pitado" y que esperaba
por mí; y una meditación sobre generosidad de
corazón...
Y el fin de semana, el segundo (o tercero) retiro del año,
oyendo casi siempre la misma cosa......
Y la semana siguiente, un círculo dado por mi amiga
numeraria, al final del cual ella tenía lágrimas
en los ojos; y otra, rápidamente me explicó
que se debía a mí ¡¡¡"resistencia
a la voluntad de Dios"!!!
Y más una conversación de dos horas con la
misma numeraria a quien yo admiraba por encima de todo y que
refutaba uno a uno todos mis sensatos argumentos. Y contra-argumentaba
con ideas espantosas: si yo pedía la admisión,
muchas otras seguirían mi ejemplo; yo sería
la número X de la región y daría una
alegría inmensa al Padre, a quien le sería dada
la noticia; mi padres serían bendecidos, como nuestro
fundador había prometido... ¡Más insistencia!
Y yo pensaba por dentro: ¿cómo se puede ser
tan ingenua para decidir así de rápido cosas
tan importantes, sólo porque otra persona lo quiere,
sin que yo haya 'sentido' ningún llamamiento especial,
sin hablar antes con mis padres que son cristianos maravillosos
y que tan bien me conocen...?
Me acuerdo del día, del lugar y de la hora: por dentro
diciendo que no; por fuera oyendo mi voz como si no fuese
mía: "¡Está bien, entonces escribo
la carta!" Y una sensación de alivio interior:
ahora ya está; van a dejar de presionarme por todos
lados.
Se acordó que volvería al centro a los dos
días, fiesta súper A; ¡entonces escribiría
"la" carta! Viví esas cuarenta y ocho horas
como en un limbo, pensando que no podía volver atrás,
pero que ciertamente toda la gente estaría "viéndome
como si fuera trasparente" y sabría lo que tenía
intención de hacer: algo que me perturbaba mucho, que
yo intuía como algo tan serio.... que si yo preguntase
a otro adulto que no fuese de la Obra podría haber
una consecuencia terrible. ¡Quién sabe si me
llevaban presa.... a casa o alguna institución de menores
por estar desobedeciendo a los padres!
10. El día fatídico
Llena de temor, lo mismo que de miedo, me dirigí al
centro e hice esto y aquello que me mandaban, como una autómata.
Me llevaron a la meditación; y a la salida decenas
de personas- muchas de las cuales me eran totalmente desconocidas-
me abrazaron, felicitaron, y me dijeron que habían
rezado para que yo diese aquel paso. En la tertulia, me sentí
como "el nuevo juguete" de la casa, una especie
de osito de peluche color de rosa.
Poco a poco, el miedo fue pasando. Esos primeros meses los
viví con la sensación de "pertenecer a
un club secreto" del género de los que aparecían
en los libros de aventuras de Enid Blyton (ahora serían
los libros de Harry Potter). Todo era nuevo y excitante: teníamos
una seña para comunicarnos (pax); reuniones semi-clandestinas;
canciones que nadie más sabía; noticias "secretas"
de Roma y de otras partes del mundo..... ¡Las recién
pitadas éramos todas menores de edad, pero iríamos
a conquistar el mundo, a volverlo mejor, a entregarlo a Dios!
Y vuelvo a leer las palabras de D. Álvaro y del Fundador
de la Obra
Judas era un Apóstol, había recibido
esa vocación y Jesús no se equivocó
al llamarle, pero aquel hombre prefirió la infidelidad.
Traiciona al Señor con un beso: él, que había
recibido el beso de una llamada divina. ¡Qué
trágica mentira cuando la infidelidad se pretende
camuflar bajo apariencia de amor! Judas traicionó
al Señor por dinero, Demás abandonó
a San Pablo por los placeres de esta vida...: en el fondo,
siempre es el egoísmo, la soberbia, es el yo desorbitado
el que impide la fidelidad. Para nosotros, la fidelidad
a nuestra llamada significa fidelidad a la vocación
cristiana: al Amor de Dios. Se entienden por eso las palabras
fuertes de nuestro Padre: si alguno de mis hijos se abandona
y deja de guerrear, o vuelve la espalda, que sepa que nos
hace traición a todos: a Jesucristo, a la Iglesia,
a sus hermanos en la Obra, a todas las almas. [Carta
de D. Alvaro, marzo 1992, páginas 68-69]
Y siento como el "absurdo de los absurdos" que
por ventura se puedan estar refiriendo a mí y a los
demás adolescentes de catorce y quince años,
que, a esa edad aun pasábamos el tiempo libre "saltando
a la cuerda".
Y lloro por mí; y por todas aquellas que fueron "atrapadas"
en la trampa que la Obra engendró y que no tuvieron
la suerte que yo tuve.
Y ahora que ya soy adulta y madre, continúo amando
a Jesucristo con todo mi corazón, le pido que me ayude
a hacer todo para que ¡nunca más en Su nombre
se puedan repetir tales crímenes!
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