LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI
Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania
CAPÍTULO I. Por una superación
de la dicotomía secta-iglesia
Para hacernos una imagen clara y concisa del Opus Dei -desde
fuera de la organización y mediante instrumentos sociológicos-
queremos rechazar cualquier tentativa de responder la pregunta
siguiente: ¿Es o no es una secta, el Opus Dei? Consideramos
que se trata de una pregunta viciada en su planteamiento,
por dos razones: primero, porque remite a la dicotomía
secta-iglesia, presentando estos dos elementos como categorías
excluyentes; y segundo, porque la palabra secta suele tener
un fuerte contenido discriminatorio: ellos, los sectarios,
y nosotros, los "normales".
La distinción entre iglesia y secta pertenece al instrumental
conceptual clásico de la sociología religiosa.
Por eso, la primera aproximación al tema nos llevará
a estudiar, aunque sucintamente, las obras y los autores que
la han tratado. Los primeros trabajos llevan los nombres de
Ernst Troeltsch y Max Weber. Los dos desarrollan la dicotomía
basándose en investigaciones históricas, pero
otorgándole un cierto carácter estático.
Posteriormente, Richard Niebuhr interpreta la relación
secta-iglesia de una manera más dinámica, presentando
la secta como punto de partida de un proceso de evolución
social que es, al mismo tiempo, un proceso de ascensión
social. Es así como Niebuhr elabora un teorema evolutivo
según el cual las sectas o bien evolucionan hasta convertirse
en denominaciones [denominations], o en caso contrario
desaparecen (en este proceso las segundas generaciones juegan
un papel esencial).
Presentaremos después dos tipologías para ejemplificar
el intento de superación de la dicotomía de
Weber y Troeltsch. Estas tipologías las dividimos en
horizontal y vertical: la primera pretende mostrar
el grado de sectariedad de un grupo religioso, la segunda
huye de la gradación para estudiar las diferentes modalidades
de sectarismo, observando cuales son las características
concretas de cada una de las sectas.
Después de este recorrido teórico alrededor
de la dicotomía secta-iglesia, presentaremos un intento
de superarla; creemos que éste se ajusta tanto a nuestros
objetivos -huir de la dicotomía- como al objeto del
estudio. Para ello presentaremos primero la fórmula
de ecclesiola in ecclesia propuesta por el sociólogo
Joachim Wach. El contenido de esta ecclesiola habrá
de interpretarse como una protesta interior dentro de la propia
ecclesia cuando aquella no tiende tanto a la separación,
sino que tiende a la renovación en el sentido más
literal de la palabra, es decir: hacer que una cosa substituya
a la de la misma naturaleza que había antes
(una especie de retorno a los orígenes). Figura perfecta,
podríamos decir, para definir al Opus Dei en su relación
con la Iglesia Católica.
En este sentido, y para corroborar nuestro rechazo inicial
al intento de responder si la Obra es o no una secta, tenemos
que añadir otro interrogante: Si la dirección
o sentido de un grupo religioso no tiende a la separación
sino a la aglutinación entorno de aquello que se considera
esencia o fundamento, ¿podemos todavía seguir
hablando de secta -del latín secare- que significa
cortar, romper? Sin embargo, aquí se nos presenta una
nueva cuestión entorno al origen etimológico
de la palabra secta. Como veremos, las opiniones oscilan entre
secare y sequi.
En este punto, la única salida que encontramos para
afrontar la investigación es la de dejar de pensar
en secta-iglesia sólo como binomio de categorías
que se excluyen. ¿Y si, en vez de una dicotomía,
pudiéramos tomar la relación entre secta e Iglesia
como un contínuum?
Peter L. Berger, en su artículo "The sociological
study of sectarianism", define secta e Iglesia de la
siguiente manera:
"Se puede definir secta como grupo religioso basado
en la creencia de que el espíritu está
inmediatamente presente. E iglesia, por otro lado, como
grupo religioso basado en la creencia de que el espíritu
está remoto. [...] Estas definiciones se fundamentan
en cuestiones de creencia, es decir, tienen que ver con
el significado íntimo que, en sentido weberiano,
los mismos actores sociales otorgan al fenómeno.
Por espíritu entendemos el objeto religioso como
tal, objeto que, naturalmente, siempre presentará
la fe como sujeto en acción. Podemos afirmar, entonces,
que el espíritu crea la experiencia religiosa dentro
de la que el hombre encuentra lo sagrado -el numen,
en palabras de Otto-." [Peter L. Berger, "The
sociological study of sectarianism", Social Research
21 (1954): 474]
En la definición que Berger propone, las asociaciones
o grupos religiosos se pueden entender como partes de un sistema
que envuelve lo que antes se ha definido como espíritu,
o -en palabras del autor- the locations of the sacred.
El área o espacio más cercano a lo sagrado es
lo específicamente religioso. Lo más alejado
es el mundo -en el sentido religioso de la palabra-. Pero,
además, si observamos estas relaciones entre secta
e iglesia bajo el aspecto temporal, es evidente que éstas
no son estáticas. El centro (el espíritu)
puede aparecer en cualquier momento, ya sea en lo que hemos
nombrado como mundo -creando un nuevo sistema de relaciones-,
o bien dentro de una estructura asentada que hemos definido
como iglesia, lo cual nos llevará a hablar de sectarismo
dentro de la propia iglesia.
Tomando como base las aportaciones teóricas de Wach
y Berger, y manteniendo como telón de fondo los estudios
sobre la dicotomía secta-iglesia, así como las
caracterizaciones que de las sectas se han hecho, propondremos
un nuevo modelo de análisis: el contínuum sectariedad-eclesialidad,
donde podemos encontrar tanto elementos de sectariedad en
el seno de la propia iglesia, como continuidad y compenetración
entre secta e iglesia, o viceversa. De esta manera, en vez
de concluir si un grupo o movimiento religioso es o no una
secta, sería más idóneo estudiar su grado
de sectariedad y eclesialidad en un momento y espacio determinados,
según unas variables previamente establecidas.
1. Los elementos definitorios de grupo religioso: la dicotomía
secta-iglesia
La primera aproximación al objeto de estudio nace,
como ya hemos explicado, de la necesidad de definir el Opus:
¿De qué hablamos cuando hablamos del Opus
Dei? ¿Es o no es una secta? Esta búsqueda
de un significado para la Obra ha generado toda una reflexión
teórica entorno a la dicotomía secta-iglesia
que, con vista a encuadrar el Opus Dei a lo largo de su trayectoria,
se ha revelado como esencial. En este sentido, lejos de querer
elaborar un catálogo de los diferentes movimientos
o agrupaciones religiosos, profundizaremos en las confusiones
que les envuelven a la hora de nombrarlos, partiendo de la
base de que las dos palabras más utilizadas para designar
un grupo religioso son las de secta e iglesia.
a) El lenguaje común
El uso de ciertas palabras o expresiones no se puede entender,
desde la sociología, como mecanismo aséptico
de comunicación. El sociólogo ha de mantenerse
atento en el momento de buscar y encontrar las evidencias
del sentido común (que por ser común,
pasa inadvertido, pero que incluye toda una historia de lo
que es social) residuos de teorías anteriores ya abandonadas.
En caso contrario se corre el riesgo de quitar del fondo de
los conocimientos comunes, para abocarlos en la ciencia teórica,
los elementos que ésta ya había depositado en
ellos. Orientamos de esta manera la primera aproximación
al tema en la línea del lenguaje común, profundizando
en lo que la palabra secta comúnmente contiene.
La palabra secta está muy utilizada tanto para
designar ciertas agrupaciones religiosas como para sentirse
fuera de ellas (las sectas son "los otros"). En
este sentido, la palabra secta difícilmente la podremos
entender si no va acompañada (explícita o tácitamente)
de la que comúnmente se entiende como su contraria:
la iglesia. Tanto una palabra como la otra están revestidas
de perfección ideal o de imperfección menospreciable,
según se sea miembro o no. Cualquier individuo miembro
de una secta sentirá que forma parte de un grupo de
élite espiritual, cargado de una perfección
que otros grupos han perdido por diferentes causas (como por
ejemplo, por su mundanidad); en sentido contrario, los que
se sienten fuera de la secta, la condenarán por su
estrechez y secretismo (y en esta orientación se ha
de entender el sentido peyorativo del adjetivo sectario).
Así pues, la utilización en el lenguaje común
de la palabra secta puede esconder todo un mecanismo
de autodefensa por medio del cual se condena lo que se encuentra
fuera de nuestra esfera comprensiva (y en este sentido,
el doble uso de la palabra contraria es muy significativo:
por un lado iglesia como conjunto de creencias, lo clerical
y los adeptos de la religión católica y, por
otro lado, iglesia como templo o recinto que recoge y ampara,
como lugar de asilo). Pero, además, el uso del adjetivo
sectario a menudo califica acciones o actos como oscuros
o secretos, lo cual redunda en la apreciación que hacíamos
de querer condenar con la palabra secta lo desconocido, pero
que se intuye que va en contra de unas normas o preceptos
que, de tan asimilados, aparecen como incuestionables.
b) Origen etimológico
En opinión de G. Mensching [Gustav Mensching, Sociologie
religieuse (París: Payot, 1951), 215] el sentido
originario de la palabra secta no equivale a separación
(del latín secare, cortar), sino a seguimiento
(de sequi, seguir). Para este autor, la intención
inicial de los movimientos religiosos que adoptan este nombre
nunca es la de separación de la comunidad, sino el
reflejo de un cierto malestar causado por una estructura que
valora más la dimensión de multitud que las
condiciones de santidad subjetiva. Añade a esta interpretación
que el carácter fundamental de la secta siempre es
su carácter fragmentario, tanto social como teórico;
encontramos así que la mayoría de las sectas
presentan -en beneficio de una mayor vitalidad y de un mayor
rigor en la forma de profesar las verdades- características
de parcialidad y restricción. Sin embargo, no es menos
cierto que la palabra secta se ha utilizado para designar
los cismas dentro de la propia iglesia, probablemente porque
el cisma es el resultado natural de la secta.
Joan Coromines también sitúa el origen etimológico
de la palabra secta en el término latino sequi
y no en secare, haciendo notar que "en el medievo,
con la palabra secta nunca se refería a disidencias
dogmáticas entre cristianos, sino a los partidarios
de tal o tal religión, tal o tal doctrina". [Joan
Coromines, Diccionari etimològic i complementari de
la llengua catalana (Barcelona: Curial ed. Catalanes y La
Caixa, 1987), VII: 745]
Otros estudiosos, sin embargo, dudan en el momento de situar
los orígenes:
"Etimológicamente, la palabra secta
parece derivar o bien del verbo secare (cortar),
y en este caso significaría divisa ab aliis
(separada de los otros), o bien del verbo sequi (seguir),
en este caso se indicaría la adhesión a las
enseñanzas de algún maestro o de alguna institución.
En ambos sentidos, puede aplicarse a numerosos grupos que,
siguiendo las teorías de alguna persona singular,
se organizan con más o menos fanatismo por cuestiones
de tipo político, religioso, etc. Su uso, a pesar
de ello, es más frecuente en su connotación
religiosa". [Gran Enciclopedia Rialp (Madrid, 1975),
XXI: 86]
En esta misma línea The Enciclopedia of Religion
sitúa etimológicamente la palabra secta: "más
relacionada con el término latino sequi (seguir)
que no con secare (cortar), y por tanto no implica
necesariamente una conexión con cisma, aunque frecuentemente
se haya utilizado con esta connotación negativa. Sobre
todo en sociedades con una iglesia dominante u oficial, se
ha colgado la etiqueta "secta" a todas aquellas
organizaciones religiosas separadas de aquella iglesia."
[The Enciclopedia of Religion (Nueva York: MacMillan Publishing
Company, 1987), XIII: 154-155]
Definición muy similar a la que da Jean-François
Mayer, al situar el origen etimológico de la palabra
secta en el verbo sequi, añadiendo que "algunos
prefieren buscar su origen en el verbo secare (cortar): así,
la secta será el grupo que "rompe con", se
"separa de" otra comunidad, lo cual representa un
factor de división o ruptura. En la imaginería
tradicional los cismas y sus sectas rompen la túnica
sin costura de Cristo. La idea de ruptura describe bien el
proceso de nacimiento de un buen número de sectas.
Pero no olvidemos que el cristianismo nació como secta
judía." [Jean-François Mayer, Las sectas:
Inconformismos cristianos y nuevas religiones (Bilbao: Desclée
De Brouwer, 1990), 8]
c) El concepto cristiano de secta
Como apunta Wilson en su estudio sociológico de las
sectas religiosas [Bryan Wilson, Sociología de las
sectas religiosas (Madrid: Ediciones Guadarrama, 1970), 15-17],
dentro del cristianismo se impuso de una manera nítida
la idea de que sólo quienes mantenían las mismas
creencias pertenecían a la verdadera fe y a la verdadera
iglesia y todos debían suscribir las mismas doctrinas,
aunque se permitieran variaciones litúrgicas, de las
prácticas sociales o de la tradición local.
En consecuencia, el sectarismo quedó impregnado de
un carácter especial dentro del cristianismo: "Los
sectarios eran aquellos que voluntariamente profesaban creencias
diferentes de las de la Iglesia, asociándose en una
fe común fuera del control eclesiástico. De
esta manera, para identificar a los pertenecientes del grupo,
las nuevas sectas adoptaron el mismo criterio que antes adoptara
la primitiva Iglesia, al dilatarse hasta incluir a griegos
y judíos, esclavos y libres: la participación
en una fe común." [Ibid., 16] Teóricamente,
también la iglesia tomó esta idea de afiliación
voluntaria, pero en la práctica la adhesión
a sus dogmas y la obediencia a su clero llegó a ser
obligatoria.
Es así como, según Wilson, la divergencia en
las creencias, la separación y el rechazo de la autoridad
eclesiástica se convierten en las características
que definían a las sectas cristianas. Para la iglesia
cristiana, la esencia del sectarismo era la herejía
y el cisma, además del rechazo a las pretensiones sacerdotales,
de manera que "como las sectas eran enemigas del clero,
éstos las declararon enemigas de Dios, de su Iglesia
y de todos los príncipes legítimos." [Loc.cit.]
Fue así cómo la palabra secta se convirtió
en el atributo para designar la religión de aquellos
que no eran católicos.
En un sentido similar, Troeltsch advierte de la errónea
impresión que puede dar la palabra secta:
"Al principio esta palabra era utilizada en sentido
polémico y apologético, y servía para
describir grupos que si bien se separaban (por iniciativa
propia) de la iglesia oficial, conservaban al mismo tiempo
elementos fundamentales del pensamiento cristiano; Así
mismo, por el hecho de que estos grupos se situasen fuera
de la vida colectiva de la tradición eclesiástica
-una posición en la que, por otro lado, normalmente
se encontraban forzados- eran considerados como grupos aparte,
fenómenos desequilibrados, exageraciones o reducciones
de la eclesialidad cristiana. Obviamente, esta interpretación
es tan sólo el punto de vista de las iglesias dominantes,
basadas en la creencia de que el derecho a existir sólo
lo puede tener un único tipo eclesial." [Ernst
Troeltsch, The social teaching of the Christian Church (Chicago
/ Londres: The University of Chicago Press, 1960) I: 333-334]
Finalmente, nos encontramos con autores que advierten del
peligro de dar a la palabra secta el significado de ruptura,
separación, desde una visión marcadamente eclesiocéntrica:
"Ha podido ser aplicada [la palabra secta] con
razón a grupos que se habían alejado de las
creencias de la Iglesia universal, sin embargo ha sido con
frecuencia arbitraria e injustamente atribuida como deshonra
a cristianos que se separaban de una Iglesia más
antigua y más o menos dominante o privilegiada. Así,
a los ojos de la Iglesia romana, todas las Iglesias que
no están en comunión con el obispo de Roma
se convierten en sectas. Y las Iglesias protestantes también
con frecuencia han mostrado una estrechez similar hacia
disidentes que se retiraban de su seno. Hemos de ser circunspectos
con el uso del término secta. Si una Iglesia cristiana
es denominada secta por otra, aquélla podrá
siempre recurrir del juicio de los hombres al juicio de
Dios." [Armand de Mestral (Tableau de l'Église
chrétienne au XIXe Siècle, Lausanne, Bridel,
1870), 2-3. En: Mayer, Las sectas: Inconformismos cristianos
y nuevas religiones, 10]
c) Los Nuevos Movimientos Religiosos
En inglés existe una clara distinción entre
las palabras "sect" y "cult".
El término secta designa a un grupo cismático,
fundado por fieles que han abandonado su iglesia de origen
con una finalidad clara: crear un nuevo movimiento en el que
intentarán volver a lo que consideran mensaje auténtico
o no adulterado de la tradición que han abandonado.
El culto, en cambio, es el resultado de una innovación,
más que de una separación, y designa un grupo
que se encuentra netamente fuera de la corriente religiosa
dominante. Definido desde la perspectiva cristiana, "un
culto se distinguirá por el recurso a autoridades
fuera de las Escrituras. Evocará la idea de lejanía
más sensible en relación al cristianismo tradicional."
[Mayer, Las sectas: inconformismos cristianos y nuevas
religiones, 12] Así mismo, algunos sociólogos
recurren al concepto de culto en un sentido no doctrinal,
para designar a un grupo de origen reciente (una nueva religión
en su estado inicial), pequeño en volumen, poco estructurado
y que se reúne alrededor de un líder carismático.
Sin embargo, en la actualidad la palabra culto es
muy utilizada en inglés en el sentido más peyorativo
del término secta, en particular para designar a los
"nuevos movimientos religiosos": formaciones religiosas
que se vienen desarrollando durante los últimos treinta
años en los Estados Unidos. El origen y las orientaciones
de la gran mayoría de estos nuevos movimientos no son
cristianos, y con frecuencia tampoco son occidentales. Por
otro lado, su variedad es tan grande que parece impropio agruparlos
bajo una categoría única. Esta variedad en las
fuentes culturales y religiosas que los inspiran, hace advertir
a un autor como Beckford [James A. Beckford, Cult controversies:
The social response to new religious movements (Londres /
Nueva York: Tavistock, 1985). En: Mayer, Las sectas: Inconformismos
cristianos y nuevas religiones, 14-15] que la expresión
new religious movement no tiene sentido si se quiere
designar a un grupo aislado. El único significado de
esta expresión es el de calificar a un conjunto de
movimientos, independientes los unos de los otros, pero con
un estilo nuevo (como mínimo en relación con
occidente), los cuales han surgido en un período de
tiempo determinado y que han tenido una acogida considerable,
sobre todo en los jóvenes, incluso en ambientes universitarios,
considerados hasta ahora como poco sensibles a la propaganda
de las sectas clásicas. Se ha percibido, por tanto,
el impacto colectivo de estos movimientos como un fenómeno
nuevo.
Como apunta Wilson:
"Se trata quizás de un reflejo del relativismo
creciente en la sociedad moderna y con él del descenso
asociado a los valores sociales cohesionantes, que lo que
hace tiempo podía definirse fácilmente como
secta o culto, tanto por el público en general como
por los sociólogos, ahora se haya convertido en "nuevo
fenómeno religioso". Los términos que
antes se utilizaban tenían, para muchos, connotaciones
negativas, y quizás esto sea el reflejo de ciertos
valores sociales ampliamente aceptados, los cuales, en una
sociedad plural, de alguna manera han dejado de ser defendibles
o aceptados." [Bryan Wilson, "Time, generations,
and sectarianism". En: Bryan Wilson (ed.), The social
impact of new religious movements (Nueva York: The Rose
of Sharon Press, 1981), 217-218]
De hecho, este nuevo trato al considerar los movimientos
religiosos refleja algo más. En primer lugar, indica
que nos encontramos informados en el hecho de que muchos de
estos nuevos movimientos no encajan dentro de las presunciones
que comúnmente se hacen sobre las sectas, las cuales
son frecuentemente consideradas como disidentes o separadas
de la tradición, con la insinuación de que ha
tenido lugar un proceso cismático en sus orígenes
(presunción que no es siempre cierta). En segundo lugar,
indica que durante las dos o tres últimas décadas
hemos conocido el nacimiento de las nuevas religiones, una
creencia que no puede mostrar si hoy día hay un número
más elevado de nuevas religiones que en otros períodos
de la historia. Finalmente, hay que tener en cuenta un hecho
paradójico: si bien es cierto que tenemos noticia de
grupos que operan en regiones lejanas de nuestra sociedad,
las noticias o informaciones sobre estos grupos se pueden
convertir en el primer paso hacia su diseminación por
todo el mundo.
Evitaremos caer en la discusión sobre si son los jóvenes,
como nuevo público, la causa de que el moderno
sectarismo actúe en y a través de los medios
de comunicación de masas, o si, al contrario, es la
utilización de estos medios lo que ha hecho cambiar
la audiencia de estos grupos religiosos, ampliándola
en número y limitándola en edad. En cualquier
caso, los diferentes grupos religiosos han empezado a vender
su imagen y, está claro, se han deshecho de todas aquellas
connotaciones negativas supeditadas a lo que en lenguaje publicitario
sería "imagen poco atractiva". Por otro lado,
habría que recordar la fuerte atracción que
tiene el apelativo nuevo: rompe con un pasado del que
se desvincula, presentándolo como si no le perteneciera,
y abre las puertas a un futuro que se adecua a las necesidades
de los que define como miembros.
2. Orígenes de la dicotomía
Deberíamos empezar advirtiendo que, tanto en el caso
de Troeltsch como en el de Weber, sus estudios constituyen
un tipo ideal de secta, es decir, una elaboración teórica
en la que los elementos concretos están representados
de manera sistemática con la finalidad de examinar
y comparar casos concretos y procesos de cambio. Esta misma
razón imposibilita que ninguno de estos tipos (ideales)
se pueda encontrar al analizar los movimientos religiosos.
Además, para ambos autores la secta tiene correlación
con la iglesia [para ser fieles a su estudio deberíamos
hablar de iglesia-tipo y de secta-tipo a lo largo de este
comentario], así las definiciones de secta difícilmente
se pueden entender sin su contraria: la iglesia, lo cual dificultará
la traslación de su tipología fuera del contexto
cultural e histórico en que se construyeron.
a) Max Weber
Lo primero que deberíamos decir es que Weber estudió
la función social de la secta no sólo en el
ámbito de sus intereses para la sociología de
la religión, sino también en relación
con el espíritu de la sociedad industrial en el mundo
anglosajón. En su construcción del tipo, este
autor presenta la adhesión al grupo religioso como
uno de los elementos esenciales de distinción entre
secta e iglesia, diferenciando entre adhesión tradicional
-como en el caso de la iglesia-, y afiliación voluntaria
fruto de una decisión personal -característica
de los miembros que pertenecen a una secta (como consecuencia
de esta pertenencia voluntaria en el caso de las sectas, el
bautismo sólo está permitido a las personas
adultas)-. Así, se contrapone el principio de voluntariedad
de la secta, ante la forma de institución obligatoria
de la iglesia, haciendo de la secta la "Iglesia de los
creyentes" [Believer's Church].
Eso significa que la comunidad religiosa, la "Iglesia
visible" en el lenguaje utilizado por las iglesias de
la Reforma, ya no está considerada como una especie
de fundación de fideicomisarios con finalidades supraterrenales,
o como una institución que necesariamente engloba
a los justos y a los injustos. No: la Iglesia es exclusivamente
una comunidad integrada por las personas realmente creyentes
y regeneradas, y nadie más. En una palabra, la
Iglesia ya no es una "Iglesia": es una "secta".
Esto es lo que pretende simbolizar el principio (en él
mismo, meramente externo) de bautizar sólo a personas
adultas, y adultos que hubieran interiorizado y profesado
su fe personal. [Max Weber, L'ètica protestant i
l'esperit del capitalisme (Barcelona: Edicions 62, 1984),
206]
Si la secta es la "Iglesia de los creyentes", la
Iglesia se caracteriza por la disparidad existente entre los
miembros que la integran: aquéllos con convicciones
religiosas profundas, y aquellos creyentes meramente nominales.
Por otro lado, Weber presenta a los sectarios como aquellos
que buscan vivir una vida desconectada de los intereses mundanos,
excluyendo de su vida los aspectos considerados como secundarios
e irrelevantes [Ibid, 208]. Esta actitud está
animada y basada en una interpretación rigurosa y fiel
de la biblia: una bibliocracia ("la Biblia ordena
la conducta") que lleva a tomar como modelo a imitar
a las primeras comunidades de cristianos según están
testimoniadas en la Biblia [Ibid., 208-209].
En cuanto a la moralidad, ésta se convierte en el
objeto propio de la predicación sectaria, ya que se
exige una conducta irreprochable a sus miembros y una práctica
de ascetismo rígido, convirtiéndola en una moralidad
estricta, pero dictada por una sumisión voluntaria
[Ibid., 212]. El espíritu que inspira esta moralidad
es el estado de gracia que, a diferencia de la iglesia, no
puede ser conseguido por medio de un sacramento mediador (el
bautismo y la comunión son los únicos sacramentos
dentro de la secta). Así, si la iglesia generaliza
la gracia a todos sus miembros, la secta sólo admitirá
a las personas escogidas; por eso, la secta insiste en la
severa disciplina ética de sus miembros, y selecciona
y cultiva las cualidades necesarias para que las personas
conserven su posición de prestigio y se preocupen por
la estima social.
Sin embargo, la mayor contribución de Weber al estudio
de los movimientos religiosos no es su definición de
secta, sino el descubrimiento del proceso de rutinización
en el desarrollo futuro de la secta. Así, basándose
en la teoría del carisma, Weber distingue entre la
iglesia, donde el carisma corresponde al cargo, y la secta,
donde el carisma corresponde al líder religioso. De
esta manera se hace evidente que la secta -sometida al proceso
de rutinización (Veralltäglichung)
del carisma- evoluciona necesariamente hacia la iglesia tipo.
"En su forma genuina, el poder carismático
es un carácter específicamente extraordinario,
inhabitual. Consiste en una relación social basada
únicamente en la lealtad personal hacia las cualidades
y aptitudes de la figura carismática. Sin embargo,
si esta relación no se mantiene efímera, sino
que se convierte en una relación permanente (comunidad
de fe, de guerreros, disciplinar; asociación política
o jerárquica), el poder carismático, del cual
podemos decir que sólo existe in statu nascendi
en forma de tipo ideal, tiene que cambiar substancialmente
de carácter. Se convierte en una tradición
o en una ley, o ambos, en aspectos diferentes." [Max
Weber, Wirtschaft und Gesellschaft, I: 143. En: Peter L.
Berger, "The sociological study of sectarianism",
469]
A medida que una nueva generación crece dentro de
la secta, aumenta la necesidad de transformar el carisma en
un nuevo orden tradicional y legalista. (El desarrollo de
la Iglesia Católica sirve a Weber para ejemplificar
este proceso de "rutinización".) Así,
secta e iglesia pueden diferenciarse por el simple hecho de
que un individuo nace dentro de una iglesia, pero ingresa
en una secta. De esta manera, la secta desaparece con la primera
generación que la constituyó.
En un artículo publicado en 1954, Peter L. Berger
se refiere a la dicotomía weberiana de secta-iglesia
para criticar que la preocupación de Weber por la cuestión
del sectarismo hubiera derivado de su interés por las
sectas anglosajonas, especialmente por su papel en el desarrollo
de la ética puritana, lo cual dificulta -y a veces
hace imposible- aplicar sus definiciones de secta e iglesia
a otros contextos, ya sea históricos o culturales:
"La distinción hecha por Weber parece inadecuada,
ciertamente, cuando, por su propia definición, se
ve obligado a clasificar a los Baptistas de la actualidad
como secta, simplemente por su "concepción de
miembro de una iglesia". Si determinadas ideas Barthianas
actuales llegaran a ser más ampliamente aceptadas
en el protestantismo europeo, y el bautismo infantil no
se realizara en algunas iglesias protestantes, eso, según
la definición de Weber, las transformaría
en sectas. Lo cual no parece tener mucho sentido. Y a la
inversa, grupos religiosos que desde sus orígenes
hayan actuado ordenadas por un sistema de reglas serían
inmediatamente definidos como iglesia. La iglesia institucional
naturalmente concede una gran importancia a los medios de
gracia que administra, al sistema doctrinal que ha formulado,
y a la administración de los sacramentos y enseñanzas
impartidas por el clero oficial; por el hecho de ser una
institución educativa, está obligada a esforzarse
en aleccionar a sus miembros más jóvenes según
su pensamiento y su acción, y de esta manera formarlos
en el ejercicio de los derechos que han heredado. La secta
asociativa, por otro lado, considera esencial la experiencia
religiosa con el grupo, el clero, los sacramentos como muestra
de pertenencia, y los votos de fidelidad. A menudo rechaza
el clero oficial, y prefiere confiar en la inspiración
de los laicos antes que en expertos teológicos o
litúrgicos." [Peter L. Berger, "The
sociological study of sectarianism", 470]
En cuanto a la adhesión voluntaria de la secta frente
a la institución obligatoria que es la iglesia, tenemos
que decir que un gran número de sectas adoptan la adhesión
por nacimiento. De hecho, dentro de las iglesias no es excepcional
encontrar ideas o acciones relacionadas con el bautismo de
adultos. Parecería, pues, que Weber tomó como
esencial un elemento muy difundido pero que no es más
que fortuito, accidental.
b) Ernst Troeltsch
Este autor, en su libro The social teaching of the Christian
Churches [Chicago / Londres: The University of Chicago
Press, 1960. I: 331 y ss.], tomando como fuente de datos
básica un material informativo sobre las sectas aparecidas
en el cristianismo medieval y moderno, elabora un tipo ideal
de secta. En este sentido, Troeltsch acepta en gran parte
la definición de secta e iglesia dada por Weber, pero
ampliándola.
En la obra citada, y en lo referente a la elaboración
de la tipología, destaca en primer lugar el tipo de
organización conservadora y burocrática de la
iglesia, frente las relaciones directas entre los miembros
propias de un grupo pequeño como es la secta. En cuanto
al orden social, el propio carácter jerárquico
y conservador de la iglesia la hace atractiva para las clases
dirigentes, para quienes sirve de medio de control social.
En cambio, la igualdad radical que propugnan las sectas las
convierte en expresión de la condición de los
grupos menos privilegiados. Aunque diferenciada del mundo,
la iglesia se presenta como una institución con un
cierto carácter de objetividad: institución
externa que administra la gracia y se sitúa sobre los
individuos (de forma parecida a lo que puede hacer el Estado,
insistiendo en su carácter de permanencia y trascendencia
sobre todos los acondicionamientos humanos y sociales). La
secta, en cambio, se presenta como una asociación de
carácter subjetivo: una comunidad donde lo más
importante es la santidad personal.
Continuando con los miembros que integran los movimientos
religiosos, los sectarios tienen consciencia de formar parte
de un grupo, una fraternidad (en este sentido, se considera
la secta como una comunidad de carácter interno, y
sin cualidades externas); por el contrario, la iglesia no
constituye por sí mismo un elemento cohesionador. Ahora
bien, la secta se considera como una élite laica, mientras
que la élite eclesiástica, el clero, se presenta
como al servicio de las masas. En cuanto a la división
del trabajo, la iglesia toma una graduación clara que
supone también grados diferentes de compromiso. La
secta, en cambio, es más igualitaria en este sentido,
y no admite diferencias en el grado de compromiso: todos han
de suscribir una determinada ética con el mismo grado
de rigor y ascetismo. En cuanto al estatus del miembro de
la secta, es un estatus adquirido, que exige sumisión
y aceptación voluntaria; el estatus de los miembros
de la iglesia es un estatus adscrito, por el hecho de haber
nacido en el seno de la sociedad, y solemnizado por medio
del bautismo.
En su relación con el mundo, mientas que la iglesia
se encuentra integrada, las sectas, por su contra, se encuentran
en tensión con él. De este estado de tensión
con el mundo se deriva el hecho de que para la iglesia la
ascesis consista en una regularización de las relaciones
que el individuo mantiene con el mundo, mientras que en la
secta la ascesis se considera y realiza como renuncia al mundo
y, en consecuencia, tiene lugar la creación de un modelo
de vida que permite poner en práctica la doctrina ascética.
Así, se puede caracterizar a la iglesia como basada
en la idea de gracia administrada a una organización
de masas, mientras que la secta se describe como basada en
la idea de una ley que gobierna una pequeña "comunidad
santa" asentada fuera del mundo.
Troeltsch, en su aproximación sociológica al
estudio de las organizaciones eclesiásticas, observó
que los caracteres de la secta tienen a menudo su gobierno
en una referencia a la iglesia que detiene el poder religioso
en el ámbito donde se encuentra. De esta manera, elabora
un esquema conceptual socio-religioso en el que incluye todas
las manifestaciones referentes a su doctrina y a su autoridad,
manifestaciones que después se clasifican según
las connotaciones de fidelidad, indiferencia, herejía,
ateísmo, etc. Por esa razón, en su estudio,
los caracteres de la secta pocas veces son fruto de una creación
totalmente original: siempre implican un elemento de contradicción
ante la realidad social. En consecuencia, la iglesia impone
una pauta a la orientación de las sectas.
Por esa razón, la contraposición que Troeltsch
estableció entre secta e iglesia, si bien era una dicotomía
muy apropiada para la mayoría de países europeos,
no lo es tanto para Inglaterra y menos aún para Estados
Unidos. La aplicación de la tipología se ve
dificultada en estos casos por el pluralismo religioso y por
las relaciones que establecen entre sí las diferentes
sectas; además, la dicotomía funciona precariamente
como elemento de análisis. En el nuevo continente,
los movimientos religiosos pasaron a ser grupos confesionales
o denominaciones, probándose que el sectarismo posee
un carácter diferente en una sociedad en la que no
existe una iglesia sino diversas denominaciones importantes.
3. Aplicaciones de la dicotomía
En la posterior aplicación de la dicotomía
secta-iglesia en las diferentes investigaciones, podemos encontrar
una clara evolución del binomio dicotómico atribuido
a Weber-Troeltsch. Para no caer en la reproducción
de las diferentes tipologías que se han ido construyendo
con el intento de apreciar la línea fronteriza entre
secta e iglesia, hemos querido representarlas bajo dos modelos:
tipología horizontal y tipología vertical. Por
tipología horizontal entendemos aquella tipología
que clasifica los grupos o movimientos religiosos según
su proximidad o lejanía hacia los polos extremos de
la línea secta-iglesia (o, dicho de otra manera, según
su grado de sectariedad o eclesialidad). Por el contrario,
hablamos de tipología vertical si -en vez de establecer
si un grupo, denominación o secta es más o menos
sectario- lo que se pretende es orientar la investigación
para descubrir qué hace diferentes a unos grupos de
otros.
Para ilustrar ambos modelos, hemos seleccionado como referencia
la obra de dos autores reconocidos en el campo de las ciencias
sociales por sus trabajos sobre el estudio de la religión.
Estos autores son: J. Milton Yinger y Brian R. Wilson. Pero
antes presentaremos el trabajo de Richard Niebuhr, quien -en
su obra The social sources of denominationalism- introduce
las denominaciones no como un tercer tipo opuesto a secta
o iglesia, sino como instrumento para examinar el proceso
dinámico mediante el cual una secta se convierte progresivamente
en iglesia, y lo consigue analizando verticalmente el polo
secta según las diferentes clases que estudia.
a) H. Richard Niebuhr
Como la mayoría de sociólogos inmediatamente
posteriores, también Niebuhr depende esencialmente
de la dicotomía de Weber-Troeltsch cuando elaboró
su estudio The social sources of denominationalism [Cleveland
/ Nueva York : Meridian Books, 1970]. A pesar de ello,
señala importantes diferencias en cuanto a la estructura
y doctrina entre iglesia y secta.
La primera distinción es que la iglesia es el grupo
natural en el que se nace (como pueden serlo familia y nación),
mientras que la secta es una asociación voluntaria
en la que se es miembro por conversión. En conexión
con esta idea, mientras que la secta es una institución
exclusiva (hay una selección para entrar) la iglesia
es una institución inclusiva. La iglesia, como grupo
social inclusivo, está estrechamente conectada con
los intereses nacionales, económicos y culturales;
por su situación, está comprometida con el sistema
moral de la mayoría, no de la minoría.
"Estas diferencias en la estructura tienen su corolario
en las diferencias en la ética y en la doctrina.
La iglesia, como grupo inclusivo, está estrechamente
vinculada a intereses nacionales, económicos y culturales;
por la propia naturaleza de su constitución está
comprometida en la adaptación de su ética
a la ética de la sociedad; está obligada a
representar la ética de la mayoría respetable,
no a representar a la heroica minoría. La secta,
en cambio, es siempre un grupo minoritario, con una actitud
separatista y semi-ascética hacia "el mundo"
que se refuerza con la lealtad alimentada por el hecho de
ser objeto de ataques. Mantiene con tenacidad su interpretación
de la moral cristiana y prefiere el aislamiento antes que
el compromiso. A veces rechaza participar en el gobierno,
otras veces se niega a participar en conflictos bélicos,
otras intenta romper radicalmente los puntos de contacto
con la vida cotidiana del trabajo y del ocio. En este sentido,
la estructura sociológica, basada en parte en una
concepción de cristiandad, produce un cambio en esta
concepción y, o bien la fortalece, o bien la modifica."
[Ibid., 17-19]
En el fondo, todos estos elementos los podríamos reconocer
o, al menos, intuir en la obra de Weber. La particularidad
de Niebuhr está en su concepción del origen
de las sectas. Este autor pone de manifiesto que en los Estados
Unidos las denominaciones correspondían, en líneas
generales, a las divisiones sociales de mayor importancia
y, al extender su tesis, observó el tipo de relación
dinámica existente entre las sectas y las denominaciones
ya establecidas. Esta relación le hizo suponer que
toda secta que no desapareciera debía evolucionar hasta
convertirse en una denominación. En esta dirección,
de querer constatar que una secta o tiene que evolucionar
hacia el denominacionalismo o bien tiene que desaparecer,
Niebuhr sugiere que es justamente el momento en que una secta
recluta su segunda generación -la de los hijos de los
fundadores-, cuando se convierte en una denominación.
En palabras del mismo Niebuhr:
"El carácter sociológico del sectarismo,
sin embargo, casi siempre se modifica en el transcurso del
tiempo por el proceso natural de nacimientos y muertes,
y en este cambio de estructura le sigue inevitablemente
un cambio de doctrina y de ética. Por la propia naturaleza
del tipo de organización, la secta sólo es
válida para una generación. Los hijos de los
miembros de la primera generación de admisión
voluntaria, empiezan a hacer de la secta una iglesia antes
de que lleguen a la edad de discernimiento. Con su llegada,
la secta tiene que asumir la responsabilidad en los aspectos
educativos y disciplinarios de la institución, con
el propósito de encontrar en la nueva generación
conformidad con las ideas y las costumbres que se han convertido
en tradicionales." [Ibid., 19-20]
En otras palabras: cuando los miembros de la secta lo son
por nacimiento, la secta deja de serlo y se convierte en denominación.
Las razones serían: a) que se ha apartado de su exclusivismo
primitivo; y b) que ha caído en una aceptación
de los miembros menos rigurosa, es decir, en una posición
de menor tensión con el mundo y por eso, eventualmente,
deberá aceptar la legitimidad de otros movimientos
religiosos.
Como otros sociólogos estadounidenses, el interés
de Richard Niebuhr no se ha centrado tanto en encontrar una
definición de secta y de iglesia, sino en estudiar
el fenómeno del sectarismo. Así, adopta las
definiciones de Weber-Troeltsch al referirse a iglesia como
"grupo natural", similar a la nación y a
la familia, y a la secta como "asociación voluntaria".
Igualmente, pone el énfasis en la relación de
estos grupos con el mundo, distinguiendo entre la actitud
aislada de la iglesia y la actitud separatista de la secta.
Así, Niebuhr opina como Troeltsch que el sectarismo
tiende a surgir entre los pobres, que las sectas son -en este
sentido- "iglesias de los desheredados" (pero eso
que ocurre ciertamente en los Estados Unidos, en general fracasa
en otros países).
Por otro lado, la tesis de Niebuhr sobre las segundas generaciones
supone, en primer lugar, que todos los miembros de la secta
se reclutan al mismo tiempo y, en segundo lugar, que hay una
primera generación y que todos los que siguen a esta
primera -los hijos de los fundadores- son la segunda, lo cual
muestra una excesiva simplificación. (Además,
algunas sectas están más dispuestas que otras
a admitir extraños, y esta circunstancia por sí
sola puede hacer que una secta alcance o no el grado de denominación.)
En este sentido, puede ser útil la definición
que da Simmel de cambios intergeneracionales:
"Si la totalidad de los individuos o de otras condiciones
de vida del grupo pudieran calificarse en un momento concreto
como a b c d e, y en otro momento posterior como m n o p
q, entonces se podrá hablar de una conservación
de la entidad unitaria del grupo, si la evolución
implica el curso siguiente: a b c d e - m b c d e - m n
c d e - m n o d e - m n o p e - m n o p q, de forma que
cada nivel esté separado de los niveles que lo rodean
sólo por un miembro, y que cada momento comparta
con sus momentos vecinos las mismas cosas fundamentales."
[Georg Simmel, Sociologia (Barcelona: Edicions 62, 1988),
II: 157]
Sin embargo, sí que coincidimos con Niebuhr al afirmar
que después del primer período de aparición
de un movimiento religioso (el cual puede cubrir una generación:
la primera), todas las sectas que persistan experimentarán
un proceso de institucionalización donde la clientela
se solidifica, los procesos se rutinizan, las prácticas
se estabilizan, y se establece un ritmo de vida más
sereno y uniforme. Esta nueva situación puede conducir,
por su lado, a un descenso en la rigidez por parte de los
miembros en el momento de observar sus deberes y ocupaciones,
y eso puede dar lugar a un desarrollo de la división
del trabajo religioso que caracteriza a las denominaciones
y a las iglesias. Pero, de hecho, son resultados que se pueden
derivar de otras circunstancias diferentes de las del propio
cambio generacional.
b) Tipología horizontal: J. Milton Yinger
[Aunque se nos pueda criticar de poco exhaustivos, hemos
querido mostrar sólo la obra de dos estudiosos (Yinger
y, después, Wilson) para plasmar las dos orientaciones
a las que ha conducido el intento de superar el estaticismo
de la dicotomía secta-iglesia]
Tomando como punto de partida las definiciones que de la
dicotomía secta-iglesia dio Troeltsch, Milton Yinger
las pone en contacto con el fin de iniciar una extensión
del binomio dicotómico hacia la construcción
de una tipología donde la frontera entre secta e iglesia
se diluya. Pero antes de construir la tipología, define
lo que, con razón, podríamos considerar como
sus elementos extremos: secta e iglesia.
Para Yinger, la iglesia lucha y se esfuerza por asegurar
la cohesión y el orden dentro de la sociedad: lucha
por una identificación o compenetración con
la sociedad, y por el compromiso y la alianza con la clase
dominante. Según sus palabras:
"Como tipo, [la Iglesia] es un cuerpo religioso que
reconoce la fuerza del mundo secular y que, en vez de abandonar
el intento de influir sobre él o de perder su posición
por oponerse directamente a los poderes seculares, acepta
los elementos principales de la estructura social como bienes
inmediatos. [...] Se establece, pues, un compromiso: es
móvil y adaptable; domina el mundo y es, por tanto,
dominada por el mundo. [...] Utiliza al Estado y a las clases
gobernantes y entreteje estos elementos dentro de su propia
vida; desde este punto de vista, por tanto, la Iglesia estabiliza
y determina el orden social; pero, al hacer esto, sin embargo,
pasa a depender de las clases superiores y de su desarrollo."
[Ibid., 194]
Sin embargo, una iglesia de este tipo (extensiva con la sociedad)
es particularmente impensable en una sociedad móvil
y heterogénea como la actual.
La secta, en cambio, se presenta como respuesta a las necesidades
individuales, extremadamente variables, que se rebelan contra
un sistema eclesiástico que insiste demasiado en el
orden social en perjuicio de las funciones individuales de
la religión. Así, la secta se puede entender
como el esfuerzo por satisfacer, por medio de elementos religiosos,
las diferentes necesidades individuales de base. Sin embargo,
la secta no puede renunciar totalmente a las funciones de
orden y de integración social, ya que corre el peligro
de caer en la anarquía. Como ya pasaba con la iglesia,
la secta no puede existir al margen de su principio constitutivo:
"Cuando, por razón de compromisos con los poderes
seculares, de la rigidez de las estructuras eclesiásticas,
de la incapacidad de la doctrina y del ritual por cambiar
al mismo tiempo que cambian las inclinaciones dominantes
de la personalidad (porque lo que son símbolos atractivos
para una generación, pueden estar ausentes de significación
para otra), cuando, por razón de todo eso el sistema
religioso pierde parte de su capacidad de satisfacer las
diversas necesidades individuales y del grupo, se producen
entonces desarrollos sectarios." [Ibid., 195-196]
Estas diferencias entre secta e iglesia sirven a Yinger para
basar su estudio sobre la dicotomía secta-iglesia.
No obstante, el autor entiende que esto no es suficiente y
por ese motivo elabora una clasificación con seis divisiones
para perfeccionarla. Esta tipología se basa en dos
criterios: "el grado en el que se encuentran incluidos
los miembros de una sociedad y el grado de atención
puesto en la función de la integración social
como contrapuesta a la función de las necesidades personales."
[Ibid., 198]
La Iglesia universal
"Esta es una estructura religiosa que dispone de un
relativo éxito en su intento de integración
de una sociedad, mientras que, al mismo tiempo, satisface
con sus esquemas de creencia y de observancia, muchas de las
necesidades de los individuos en todos los niveles de la sociedad."
[Ibid., 198-199]. Es, pues, universal en el sentido
de incluir todos los miembros de una sociedad y por el hecho
de poder dar respuesta a un gran número de individuos
de diferentes niveles dentro de la sociedad.
Sin embargo, dentro de las sociedades heterogéneas
este equilibrio entre iglesia y sociedad tiende a no mantenerse
durante mucho tiempo: la ausencia de flexibilidad del mismo
sistema, las insistentes presiones de los grupos dominantes
para se mantenga el orden que les favorece (sin las adaptaciones
inevitables en una sociedad cambiante) son cuestiones que
conducen a la tendencia cismática tan común
en las religiones de las sociedades avanzadas. Por tanto,
su universalismo lleva implícito un riesgo muy alto
de división cismática.
La Iglesia Católica del siglo XVIII es quizá
el mejor ejemplo de una Iglesia universal en la civilización
occidental:
"Tuvo relativo éxito en su búsqueda
de un terreno de expansión (principalmente los monasterios)
por las tendencias individualizadas del Cristianismo; su
sistema de creencias y ritos era satisfactorio para un gran
número de personas de todos los niveles, y reflejaba
y ayudaba a mantener una estructura social suficientemente
bien integrada. Sin embargo, incluso la Iglesia más
universal sólo se puede describir como relativamente
capaz de satisfacer estas diversas funciones, porque sus
graves problemas de orden, de la continua intromisión
de las tendencias egoístas del hombre, la penetración
en todas las direcciones de los problemas del sufrimiento,
no son dificultades que se puedan resolver fácilmente."
[Ibid., 199]
La Ecclesia
[Yinger toma este término de la adaptación
que hace Howard Becker de la obra sistemática de Wiese.]
Al igual que la Iglesia universal, la Ecclesia también
aglutina en todos los niveles de la sociedad la identificación
formal con el grupo. "Pero la Ecclesia tiene menos éxito
que la Iglesia universal en su intento por incorporar las
tendencias de las sectas. Ha llegado a adaptarse de tal manera
a los elementos dominantes que se ven frustradas las necesidades
de muchos de sus seguidores, especialmente los de las clases
inferiores. Consigue, con mayor éxito, reforzar los
modelos existentes de integración social antes que
satisfacer las numerosas funciones de la religión orientadas
hacia la personalidad. Tiende, pues, a producirse una general
indiferencia, protestas del tipo de la secta, y oposición
secular." [Yinger, Religión, persona, sociedad,
199-200]. Así, en lo referente al grupo de integración
social de la Ecclesia, podemos decir que mientras que tiene
mayor éxito que la iglesia universal en cuanto a la
función de interacción social, su éxito
es menor en relación con las respuestas a las necesidades
personales. Es en este sentido en que Yinguer afirma que la
Ecclesia puede ser considerada como "iglesia en estado
rígido".
La Iglesia de clase o denominación
En cuanto a la consecución de universalidad, este
grupo tiene todavía menos éxito que la Ecclesia,
"porque no sólo minimiza la tendencia de las sectas
a criticar y a prescindir del orden social, sino que además
se encuentra limitada por fronteras de clase, de raza, o,
a veces, de región." [Ibid., 201]. Si todavía
podemos seguir hablando de iglesia es porque "se encuentra
basada -aunque no perfectamente- en harmonía con la
estructura del poder secular." [Loc.cit.]. Pocas
iglesias de este grupo pertenecen a un tipo puro: encontraríamos
elementos de secta en todas ellas y entre sus miembros tienden
a estar representados todos los niveles de clase (lo cual
viene a suponer una mayor función de integración
social para la clase y menor para la sociedad). [Ibid.,
201-202]. Esta situación se debe parcialmente al
hecho de que muchas denominaciones empezaron como sectas y
no se han independizado totalmente de sus orígenes.
(Entre este punto y el siguiente, Yinger advierte de que
los tipos que siguen a continuación deberían
ser leídos en orden inverso al que se presentan. La
razón es que la secta oficial es el resultado de dos
tipos que la suceden: la secta y el culto. Si se encuentran
escritos en este orden es con la finalidad de mantener una
relativa continuidad en el uso de los dos criterios vertebradores
de esta tipología: el grado de universalidad y el grado
de acentuación de la integración social -en
comparación con la acentuación de las necesidades
personales-).
La secta oficial
Se trata de un grupo pequeño donde prevalece el derecho
a pertenecer en él por nacimiento (como ocurre en la
iglesia, y a diferencia de la pertenencia voluntaria que caracteriza
a la secta). Además, rechaza cualquier compromiso con
la sociedad, lo cual hace aumentar su inestabilidad. Con el
paso del tiempo "o se desintegra con la muerte de sus
miembros, o debe adaptarse a estructuras más formales
con técnicas para la admisión de nuevos miembros
y la preservación de los intereses comunes. Surgen
líderes profesionales porque el intenso entusiasmo
de la primera generación, que mantenía el carácter
laico, tiende a declinar. Con frecuencia, las necesidades
de los miembros "de nacimiento" son diferentes,
y su situación hará que el desafío directo
o la oposición al orden social vaya disminuyendo (pero
eso no ocurrirá siempre).
En líneas generales, podemos afirmar que tenderán
a evolucionar hacia las denominaciones, aquellas sectas que
acentúen los problemas de ansiedad individual y el
pecado, aquellas que constituyan en primer lugar un esfuerzo
por reducir el peso de la confusión y de la culpa.
"Los movimientos de secta de clase media caen normalmente
en este grupo. Evolucionan de una manera más rápida
hacia las denominaciones." [Ibid. 202]. En cambio,
"las sectas, cuya preocupación original fue predominantemente
los males de la sociedad, tenderán a evolucionar hacia
las sectas oficiales. [...] Si no ocurre así, se apartan
de la sociedad rechazando ciertas obligaciones o estableciendo
comunidades aisladas." [Loc.cit.] De esta manera
podemos afirmar que una secta se convertirá en una
denominación si la protesta que representa puede ser
rápidamente absorbida en la corriente religiosa dominante,
sin oposición severa a la estructura social secular
y sin necesidad de una reorganización de tipo religioso.
La secta
Para definir secta, podemos recurrir a las palabras que encabezaban
este comentario donde el autor distingue entre secta e iglesia,
adoptando gran parte de los elementos de la dicotomía
Weber-Troeltsch. El autor añade tres subdivisiones
de la secta según las diferentes necesidades del grupo
donde surgió, y las diferentes actitudes ante una situación
no deseada. Estas subdivisiones son: a) aceptación,
cuando las sectas se acomodan a la sociedad global; b) oposición
hostil, cuando la secta mantiene una actitud claramente
beligerante y agresiva frente la sociedad; c) si lo que anhela
es encontrar la manera de evitar por completo la sociedad
global con el fin de no entrar en conflicto con ella.
En cuanto a la primera respuesta, se trata de las sectas
de clase media las que tienden a aceptar la estructura social
sin especial oposición. Y aunque los miembros se sientan
enfrentados con los problemas graves que las iglesias dominantes
no las ayudan a resolver, no interpretan estos problemas en
términos sociales. Su exégesis es que "la
sociedad, en su conjunto, ha sido buena con ellos y con sus
asociados. Creen que las dificultades clave son la falta de
fe, el egoísmo y el aislamiento, y no un mal social.
Por tanto, has de tener fe, has de tener una actitud de amistad,
y has de integrarte en un grupo con el que congenies".
[Ibid., 205]
El segundo tipo de respuesta es la agresión. Algunas
sectas de clases inferiores acusan más intensamente
los problemas de la pobreza y de la impotencia, de forma que
su actitud es beligerante y claramente hostil. Para estos
grupos: "La sociedad que nos trata a nosotros tan mal
es mala, y la verdadera religión, por tanto, ha de
reorganizar el orden social. Un grupo así, encuentra
una oposición violenta y camina, podríamos decir,
hacia un fracaso bien cierto." [Loc.cit.] Así,
los grupos que adoptan este tipo de respuesta tenderán
o bien a desaparecer o bien a transformarse en el tipo siguiente
que, como ya se ha dicho, se mueve hacia una comunidad alejada
de la sociedad global.
La argumentación del tercer tipo de secta es: "Si
no se puede aceptar la sociedad, como el tipo a [aceptación],
ni tener la esperanza de transformarla, como el tipo b [oposición
hostil], entonces puede devaluarse el significado de esta
vida, proyectando las propias esperanzas en un mundo sobrenatural
y reduciéndose, mientras tanto, los problemas propios
viviendo en comunión con personas de mentalidad parecida."
[Ibid,. 205-206] Esta es la protesta más común
en los movimientos sectarios, sobre todo en el mundo contemporáneo
donde las protestas agresivas tienden a ser más de
carácter secular que no religioso. Este tipo de secta,
si bien se enfrenta con las duras realidades de la vida de
las clases inferiores (cosa que no hace el primer tipo, para
quien la pobreza, el sufrimiento, la injusticia y la impotencia
siguen existiendo sin que ellos hagan nada por cambiarlo),
el fracaso no afecta tan fácilmente como al segundo
grupo (¿quién puede probar que la otra vida
no reparará los daños de este mundo?). Sólo
nos falta añadir que este último tipo de secta,
igual que el primero, tiende más a convertirse en denominación
que en una secta oficial. La razón la encontramos en
que su situación no es de conflicto con la sociedad
sino más bien de indiferencia hacia ella, lo que facilita
la acomodación a los principales modelos de la sociedad.
El culto
Esta palabra sirve para describir a aquellos grupos que son
similares a las sectas pero que suponen una ruptura más
profunda, en términos religiosos, respecto de la tradición
religiosa dominante en una sociedad. En este sentido, lo situamos
en el extremo opuesto al de iglesia universal. Yinger lo define
como "pequeño, de vida corta, frecuentemente local,
construido a menudo alrededor de un líder dominante
(a diferencia de la secta, que presenta una mayor tendencia
hacia una amplia participación laica). Debido a que
sus creencias y ritos se separan ampliamente de los tradicionales
en una sociedad, y al mismo tiempo, que los problemas de sucesión
a los que da lugar la muerte de un líder carismático
son frecuentemente difíciles, el culto tiende a ser
pequeño, a desintegrarse fácilmente y es poco
probable que evolucione hacia una secta oficial o hacia una
confesión." [Ibid., 207-208]
A estas dos características básicas (grupo
pequeño y amalgamado entorno de un líder carismático)
debemos añadir que el culto se ocupa casi exclusivamente
de problemas individuales, prestando poca atención
a las cuestiones de orden social. [Ibid., 208]
La primera crítica que podemos hacer a este modelo
es la arbitrariedad del número de categorías
que lo configuran (son seis, pero podrían ser cinco
u ocho). Esta subjetividad a la hora de establecer las divisiones,
dificulta la tarea de precisar dónde se encuentra la
frontera entre un tipo y otro; como también se hace
difícil distinguir entre los elementos esenciales que
participan del tipo de aquellos otros que son accidentales,
esto es, que pertenecen a un grupo concreto pero no al tipo.
Finalmente, las características de uno y otro tipo
se sobreponen unas a otras (recordemos que se habla de "grado"
en criterios de clasificación), haciendo muy difícil
saber si hay o no razones objetivas para atribuirlas a un
tipo y no a otro.
Como elemento positivo de esta tipología queremos
resaltar el hecho de haber presentado como dinámico
el carácter de cada grupo religioso, superando en cierta
manera el estaticismo de la dicotomía secta-iglesia
y avanzando, por tanto, hacia el imaginario contínuum.
c) Tipología vertical: Bryan Wilson
Para Wilson [Bryan Wilson, Sociología de las sectas
religiosas (Madrid: Ediciones Guadarrama, 1970)] las sectas
son movimientos religiosos de protesta integrados por personas
que se distancian del resto de hombres en lo referente a creencias,
prácticas e instituciones religiosas (y, a veces, otros
aspectos de la vida). Las sectas no reconocen como tales a
los líderes religiosos ortodoxos, rechazando su autoridad.
El compromiso con la secta es voluntario, pero "sólo
se admite en ella a aquellas personas que han probado su convicción
o han dado algún otro testimonio de sus méritos;
el continuar perteneciendo a ella se basa en la sumisión
evidente y constante a las creencias y prácticas de
la secta. Los que pertenecen a una secta anteponen su fe a
todo y ordenan su vida según ella. Los ortodoxos, en
cambio, hacen que su fe temporice con otros intereses, y su
religión se acomoda a las exigencias de la cultura
secular." [Ibid., 7]
A esta definición deberíamos añadir
que, para Wilson, las sectas constituyen las más intensas
manifestaciones colectivas de disposición religiosa
que se puede encontrar en la sociedad secularizada. Como tales,
son cualquier cosa menos estáticas, ya que evolucionan
a lo largo del tiempo y, además, la tendencia a que
en el transcurso del tiempo cambie su dirección hacia
la sociedad exterior es uno de los elementos siempre presentes.
Sin embargo, esto no significa que todos los movimientos sectarios
sean de la misma clase, y por ese motivo Wilson elabora una
fórmula para diferenciarlos: según su reacción
general hacia la sociedad exterior.
Esta reacción comprende su teología, organización,
ética, y prácticas sociales, que siempre serán
acciones de repulsa, alejamientos o enmiendas a las normas
dominantes de conformismo social. Con su tipología,
Wilson pretende, por un lado, mostrar el carácter particular
de algunas sectas, poner de relieve tanto las similitudes
como las diferencias que encontramos dentro del sectarismo:
las circunstancias que las hacen nacer, la influencia que
ejercen, las funciones que desarrollan y los cambios que experimentan
con el tiempo. Así, distingue siete tipos diferentes
de secta, según la manera que tenga cada grupo de responder
a: a) ¿Qué debemos hacer para salvarnos?; y
b) ¿Cómo están afrontadas estas respuestas
dentro del material cultural específico de la doctrina,
de los mitos y de los ritos cristianos?
Sectas conversionistas
Este primer grupo de sectas interpreta el mundo y sus instituciones
como malas, afirmando que la salvación puede obtenerse
tan sólo por medio del cambio profundo del mismo: Sólo
si el hombre adquiere una visión nueva de sí
mismo, sólo si vuelve a nacer, podrá el hombre
salvarse. En esta respuesta de rechazo del mundo, el proceso
de conversión prevalece sobre los procedimientos y
los ritos institucionalizados.
"Esta conversión tiene que producirse en un
momento determinado y como experiencia palpable. A partir
de aquí, el individuo ya puede creerse aprobado por
Dios, inspirado por el Espíritu o redimido por el
Salvador. Quizá sea necesario recordar con frecuencia
esta experiencia, y los sentimientos que la acompañaron
pueden ser encendidos de nuevo en ocasiones en que los convertidos
se reúnan para efectuar su oración y acción
de gracias." [Ibid., 38]
Se considera que esta experiencia y el agradecimiento por
ella son esenciales para salvarse; que los hombres no se salvarán
por ningún otro medio, ni aunque sean sacerdotes que
reciten las oraciones y ejecuten los ritos, ni aunque sean
revolucionarios o reformadores sociales que traten de mejorar
las condiciones sociales del mundo. Ninguna de estas actividades
tiene importancia porque "lo que necesitan los hombres
es una "experiencia del corazón", y sólo
cuando hubieran tenido esta experiencia de salvación,
la sociedad podrá mejorar." [Loc.cit.]
Estas sectas "debido a procurar cambiar el corazón
del hombre, ven así justificado el consagrar sus recursos
para hacer proselitismo, por eso cultivan técnicas
revivalistas." [Ibid, 42-43] Todas las acciones
para encontrar nuevos adeptos son una forma de mantener activos
a sus miembros, proporcionándoles, además de
unas metas de acción positivas, los medios para mantener
un alto grado de implicación afectiva y ofrecerlos
unos resultados concretos como "pruebas de fe".
Paralelamente, se insiste mucho en la culpabilidad del hombre,
no por los pecados actuales que se hubieran cometido, sino
por la condición pecadora que el hombre ha heredado.
Por último, el fundamentalismo de este tipo de sectas
hace que pongan mucho énfasis en la interpretación
literal de la Biblia y en la "fe sentida" en contraposición
con el ritualismo vacío de las iglesias de carácter
jerárquico (en especial, de la Iglesia Romana).
Las sectas revolucionarias
Son sectas que responden al problema de la salvación
declarando que el mundo es malo y que la única esperanza
de salvación es la transformación del mundo.
Este cambio, sin embargo, se realizará mediante una
acción sobrenatural predeterminada: "Esta respuesta
al mundo consiste, pues, en exigir no que cambien las personas,
sino que cambie el mundo, y en anticipar este acontecimiento."
[Ibid., 38] Así, si bien es cierto que no se
puede hacer nada para redimir el orden existente, los hombres
-o mejor dicho, algunos hombres, los verdaderos creyentes-
se podrán salvar cuando tenga lugar la transformación
de esta situación ordenada por Dios. Hay que insistir
en que los sectarios no piensan iniciar ellos mismos esta
transformación del mundo, "aunque podrían
ser llamados para colaborar con las fuerzas divinas a partir
de alguna señal de lo alto." [Ibid., 39]
De esta manera, en vez de exigir a los hombres que experimenten
un cambio interior, esperan que el mundo cambie; en este sentido,
el nombre de revolucionaria no significa que los sectarios
estén preparando activamente una revolución,
sino que piensan que es Dios quien se lo propone.
A diferencia del caso anterior, las sectas revolucionarias
se interesan menos por buscar conversiones que por la exégesis
profética. En este sentido, hacen de las profecías
bíblicas su guía de salvación. Dejan
claro, sin embargo, que ni la fe ni las obras aseguran la
salvación, sólo la aseguran el conocimiento
de la palabra de Dios y la obediencia de sus mandamientos.
Y si bien la mayoría de los hombres no conseguirán
salvarse, como que Dios dispuso que todos los hombres debían
escuchar la verdad, estas sectas sienten la obligación
de predicar la palabra de Dios mientras todavía se
esté a tiempo.
Las sectas introversionistas
El nombre de este tipo de sectas viene porque se alejan del
mundo para cultivar su propia santidad interior: "Una
tercera respuesta ante la situación humana consiste
en admitir lo malo de la circunstancia del hombre y en buscar
la salvación tratando de separarse uno mismo de la
corrupción del mundo." [Ibid., 39] En vez
de decir que el hombre tiene que cambiar el mundo o que es
el mundo el que ha de cambiar, esta tercera respuesta exige
que se abandone el mundo. Aquellos que lo hacen esperan con
ello preservar y cultivar su propia santidad: "La salvación
se tiene que buscar en el seno de la comunidad de los que
procuran no mezclarse con los asuntos de la humanidad."
[Loc.cit.]
Esta santidad interna aparece al mismo tiempo como cualidad
del individuo y de la vida comunitaria de la secta. La comunidad
es el único ámbito de salvación, en principio
como lugar de preservación, pero en la práctica
también como salvación dentro de esta vida,
es así como la comunidad misma es el "resto congregado".
Respecto de la evangelización de los demás,
no se pone mucho interés: la iluminación o la
inspiración internas no son fáciles de transmitir
a los de fuera, quienes, por el contrario, se puede pensar
que contaminan a los fieles. En este sentido, cambian la predicación
por las devociones particulares. En cuanto a la doctrina,
ésta tiene menos importancia para la salvación
que el lenguaje inspirado y una rectitud moral mantenida (aunque
las Escrituras se continúan considerando como guía
espiritual general).
Las sectas manipulacionistas (o gnósticas)
La cuarta respuesta es la de buscar la salvación en
el mundo, pero a partir de unos medios que el mundo en general
desconoce. Es este caso, se estima el carácter de la
salvación como algo más inmediato en comparación
con las otras sectas, es decir, se ofrece alcanzar los objetivos
que en general están bien considerados en el mundo,
pero que, por la naturaleza de la vida humana, son engañosos
y efímeros (el vigor corporal y la capacidad mental
son quizá los más universales, aunque en algunas
culturas encontraríamos el estatus, el poder o el control
de recursos económicos). ¿Dónde reside
el carácter religioso de esta respuesta?, nos podríamos
preguntar. Pues "en el hecho de creer que el conocimiento
religioso o los órganos sobrenaturales constituyen
mejores recursos que los otros disponibles para conseguir
los fines deseados. Mediante el uso de estos recursos sobrenaturales,
y muchas veces esotéricos u ocultos, se ha de manipular
el mundo para obtener unos beneficios; así es como
se salvarán los hombres." [Loc.cit.] Es
esta intención de manipular el mundo, mediante una
nueva gnosis que facilite la llegada a metas que atraen a
la sociedad, la que da nombre a este grupo de sectarios.
Es importante notar que estos sectarios no huyen del mundo,
sino que habitan en él con el fin de gozar y obtener
todo el provecho que la manipulación de un conocimiento
especial les proporciona. Efectúan un redescubrimiento
de las verdades de las Escrituras, pero su Dios no es un Dios
redentor, "sino la idea abstracta de su propio provecho
en el mundo presente" [Ibid., 45], siendo posible
que abandonen progresivamente su sentido literal para fijarse
más en la curación y la trascendencia de la
experiencia del mal sobre la sabiduría divina.
Estos cuatro últimos tipos de secta (conversionista,
revolucionaria, introversionista y manipulacionista) son las
que, según Wilson, han tenido más importancia
en el mundo occidental y tienen más conexión
con la tradición central del cristianismo (a excepción,
quizás, del último). Pero hay otras tres formas
de respuesta que, aunque son menos frecuentes o hayan ejercido
menos impacto en la sociedad, presentan una religiosidad que
bien podríamos calificar de extrema. Estas son: las
sectas taumatúrgicas (principalmente grupos espiritistas
en el mundo occidental), las reformistas (por ejemplo, los
cuáqueros en nuestros días), y las utópicas
(que son aquellas que además de evitar el mundo, intentar
crear un nuevo orden). [Bryan Wilson, La religión
en la sociedad (Barcelona: Labor, 1969), 191-193]
Para Wilson [Sociología de las sectas religiosas,
167 y ss.], la religión de tipo taumatúrgico
se da, sobre todo, en las sociedades menos desarrolladas:
es una religión que raya en lo mágico y que
se preocupa de los espíritus. Representa una forma
de religiosidad primitiva, casi rudimentaria. Las sectas reformistas,
en cambio, sólo surgen en circunstancias muy especiales,
es decir, cuando se ha consumado cierta autoidentificación
de los miembros y, al mismo tiempo, sus prácticas,
preocupaciones y creencias específicas han sufrido
algún cambio y se han abierto para ellos, como grupo,
nuevos horizontes de acción. La respuesta de carácter
utópica, en cambio, depende más radicalmente
que cualquier otra actitud sectaria de una organización
social activa y consciente, ya que comporta un rehacer el
mundo tanto en su vertiente política como en la económica,
así como las normas de comportamiento social. Pasemos
ahora a diferenciarlas más extensamente:
Las sectas taumatúrgicas
En este tipo de sectas el interés del individuo se
centra en conseguir una liberación de las enfermedades
presentes, ya sean físicas o mentales, y la salvación
se obtiene mediante una suspensión especial, casi mágica,
de las leyes ordinarias de la causalidad por parte de agentes
sobrenaturales: "No se trata de salvar el mundo, sino
sólo de una liberación de tensiones y dificultades
inmediatas y de unas vagas ideas de transformación
en unas condiciones paradisíacas." [Ibid.,
40] Esta respuesta se distingue de la manipulacionista
en el carácter extremadamente individualista que se
atribuye a la salvación y por el hecho de no tener
una noción clara de cuáles son los beneficios
que puede procurar. "Esta respuesta es, en realidad,
un requerimiento de milagros y no un esperar el descubrimiento
de unos principios que permitan la salvación de los
iniciados." [Loc.cit.]
Las sectas taumatúrgicas basan sus creencias en oráculos
y milagros que han sufrido una especie de atrofia dentro del
cristianismo. "Jesús era taumaturgo, y la mitología
cristiana atribuye milagros a los Apóstoles y a los
Santos, si bien la Iglesia Romana ha tratado posteriormente
de institucionalizar este orden de lo taumatúrgico.
Aunque el protestantismo reprobó las prácticas
de tipo mágico, se continuó recurriendo a ellas
en los movimientos que buscaban la curación mediante
la fe, antes de que el espíritu moderno infundiera
nueva sabia en esta actitud ante el mundo." [Ibid.,
45-46] Las creencias de estas sectas se basan en oráculos
y milagros que prometen el bienestar, recordando que Jesús
era taumaturgo y que la mitología cristiana atribuye
milagros a los apóstoles (después este orden
taumatúrgico se habría ido institucionalizando).
Las sectas reformistas
[Las dos respuestas siguientes no han de ser necesariamente
religiosas (en el sentido de recurrir a unos órganos
y a unas explicaciones de carácter sobrenatural]
Las sectas reformistas son poco frecuentes, y quizá
el único ejemplo plenamente desarrollado sean los cuáqueros
de la actualidad. Se trata de grupos que tienen en cuenta
la organización social y procuran mejorarla mediante
el uso de la concepción religiosa que consideran como
algo exclusivamente suyo. En otras palabras: "La salvación
se obtiene transmitiendo una ética mediante la cual
pueden vivir los hombres". [Ibid., 47] Ven el
mundo como el lugar donde habita el mal, pero un mal que en
algunas manifestaciones es posible vencer mediante una reforma
efectuada según el dictado de la conciencia. "En
este caso se hace de la conciencia una manera de ver las cosas
que parte de una captación de lo divino. Es decir,
un tipo de respuesta bastante especial en la que se justifican
los procedimientos de tipo racional recurriendo a una inspiración
religiosa (extrarracional)." [Ibid., 40]
Son sectas que se mantienen alejadas del mundo, forman una
sociedad aparte de la sociedad global (que critican pero hacia
la cual no sienten hostilidad, ni tampoco indiferencia). Esta
forma de vivir separadamente convierte a los sectarios en
un grupo con fuertes sentimientos tanto de obligación
ética como de intensidad de conciencia. En cuanto al
reclutamiento de nuevos seguidores, "casi no cuentan
con ninguna organización [...]. Confían en ejercer
mayor influencia sobre el mundo apartándose en masa
que multiplicando el número de sus miembros. La salvación
que esperan no es otra que la salvación de todos los
hombres de la sociedad." [Ibid., 47]
Las sectas utópicas
Por último, encontramos una manera de buscar la salvación
mediante una actitud ante el mundo que no consiste ni en huir
del mundo ni cambiarlo, sino en intentar encontrar una base
sobre la que efectuar una reconstrucción radical del
mundo:
"El mundo es malo porque los hombres han creado un
sistema malo. La salvación debe conseguirse volviendo
a los principios fundamentales depositados por el Creador
para la convivencia humana. Estos principios se obtienen
por una revelación o por los escritos sagrados recibidos,
y a partir de esta base se puede construir de nuevo el mundo
como un lugar en el que los hombres ya no experimentarán
más tensiones. Los medios para llegar a esta sociedad
reconstruida pueden ser racionales en sí mismos,
pero la elección de los fines (y posiblemente también
de los medios, en cierto sentido) está determinada
por una relación con lo sobrenatural." [Ibid.,
40-41]
Las sectas utópicas admiten la posibilidad de salvarse
en la sociedad, pero para eso la sociedad tiene que ser reconstruida
por completo, y no mediante una acción de Dios, sino
mediante el trabajo de los hombres a partir de los principios
establecidos por Dios. Por ese motivo, se apartan de la sociedad
creando una organización social que les pueda llevar
a la salvación. Se distinguen de las utópicas
seculares en que propugnan una creencia religiosa común
basada ordinariamente en la Biblia, y otras veces explícitamente
en la Iglesia de Jerusalén tal como aparece descrita
en Los Hechos, tomando como modelo aquello que pueda hacer
referencia a formas de vida primitivas de las comunidades
cristianas. (Si bien su planteamiento las hace sectas cerradas,
este enclaustramiento aumenta todavía más con
el severo escrutinio que se hace a aquellos que quieren formar
parte del grupo).
Uno de los mayores inconvenientes de la tipología
wilsoniana es que no permite generalizar, haciéndose
imposible una teoría general acerca del fenómeno
del sectarismo. Además, deja la puerta abierta a la
multiplicación de estudios monográficos y de
comparación sin llegar a ninguna formalización
generalizable de las sectas. Sin embargo, consigue identificar
los modelos de desarrollo de las diferentes sectas para explicar
por qué algunas sectas evolucionan hacia el denominacionalismo
y otras persisten como tales durante muchas generaciones.
4. Crítica a la dicotomía secta-iglesia
Hasta aquí hemos presentado diferentes formas de análisis
que utilizan la dicotomía secta-iglesia como instrumento
de investigación. Si bien es cierto que tanto Yinger
como Wilson (el primero buscando puntos intermedios entre
los polos extremos que representan la secta y la iglesia;
el segundo demostrando que la dicotomía weberiana no
es útil como elemento de análisis si los términos
se entienden como excluyentes) corrigen en sus investigaciones
el binomio dicotómico, ninguno de los dos presenta
una teoría general sobre el fenómeno del sectarismo.
Los autores que a continuación presentamos nos aproximarán
a los conceptos de secta e iglesia huyendo de la dicotomía
y, en este sentido, nos ayudarán a construir un modelo
interpretativo con carácter dinámico para aplicar
a los movimientos religiosos (incluyendo al Opus Dei).
a) Joachim Wach: ecclesiola in ecclesia
Al igual que la mayoría de autores, Wach también
critica a Weber por el carácter de sociedad contractual
de la secta por oposición a la organización
institucional de la iglesia. De Niebuhr recoge la distinción
entre iglesia entendida como grupo natural dentro del que
se nace, para contraponerlo a secta: grupo contractual en
el que se ingresa (pero insiste en que podemos encontrar sectas
que se extiendan más allá de la primera generación,
así como individuos o grupos que pueden entrar por
conversión tanto en la iglesia como en la secta). De
Troeltsch, Wach toma los elementos de definición de
secta propiamente dicha: I) la ausencia de compromiso con
el mundo; II) la exigencia a sus adeptos de un máximo
de sinceridad y rigor doctrinal; III) su naturaleza disciplinaria
a menudo expresada en manifestaciones exteriores (hábito,
nomenclatura, etc.), y IV) la figura de la autoridad carismática
que supone el carácter inmediato de los líderes
de la secta en oposición a la doctrina de la iglesia
transferida por la tradición, la ley y la costumbre.
Uno de los temas centrales de la obra de Joachim Wach, en
el que centraremos nuestro comentario, tiene relación
con la observación hecha por Weber y desarrollada por
Troeltsch según la cual las tendencias sectarias pueden
estar contenidas dentro de una iglesia-tipo. En este sentido,
Wach distingue dos formas de protesta religiosa: I) la secesión,
orientada a la formación de una organización
independiente; y II) la protesta interior, orientada a la
formación de lo que denomina ecclesiola in ecclesia.
"Consideramos ahora los grupos que se forman en el
interior del mismo cuerpo eclesiástico para protestar
contra su política, sus "renuncias" y su
"laxismo", que se consideran perjudiciales para
los elementos de culto o la organización. Este último
aspecto es el primero en ser censurado por los que desean
ver renovado el nivel religioso y moral de todo el cuerpo
eclesiástico sin provocar ruptura alguna. Su lema
es necesariamente Ecclesiola in ecclesia." [Joachim
Wach, Sociologie de la religion (París: Payot, 1955),
153]
Podemos interpretar el contenido de esta ecclesiola in ecclesia
como una protesta interior tendente no a la separación
sino a la renovación religiosa, en el sentido más
literal de la palabra: hacer que una cosa substituya a la
de la misma naturaleza que había antes (una
especie de retorno a los orígenes). En este sentido,
Wach desvincula este tipo de protesta de los movimientos reformistas
que buscan modificar la iglesia para darle una nueva
forma o una nueva disposición con la intención
expresa de mejorarla.
Al hablar de grupos religiosos, los ordena según el
grado de protesta que exhiben, distinguiendo tres tipos de
reacción contra lo que considera alejamiento eclesiástico
de los orígenes. Wach ordena así los grupos
religiosos empezando por el nivel más bajo de protesta:
el collegium pietatis, formado por miembros que desean
encontrar un nivel espiritual más alto que el que pueden
encontrar dentro de la iglesia. Le sigue la fraternitas,
caracterizada por un claro sentido de pertenencia al grupo.
Finalmente sitúa la orden, que representa una forma
de protesta interna más formal y segregada que las
dos primeras, lo cual supone una relación compleja
y dinámica entre el grupo y la iglesia de la que forma
parte.
Seguidamente veremos con más detenimiento estos tres
tipos de protesta:
El collegium pietatis
"La etapa intermedia entre la protesta individual
y la separación completa se caracteriza por los grupos
que ni se identifican ellos mismos, y sólo ellos,
con la comunidad ideal, ni intentan crear una unión
especial en el interior de la comunidad, sino que prefieren
mantener una cierta actitud, formas de devoción o
conceptos característicos que a menudo apuntan hacia
la eventual conversión de toda la comunidad. Ellos
se consideran la "levadura" del Evangelio."
[Ibid., 154]
Lo que distingue a estos grupos es que a sus miembros les
mueve el deseo de encontrar un nivel espiritual más
alto que el que pueden encontrar dentro de la Iglesia. En
cuanto a su organización interna, se trata de grupos
poco sólidos y consistentes, formados por un número
limitado de miembros unidos por un entusiasmo común
de convicciones particulares y devoción intensa. El
sistema disciplinario de estos grupos es muy rígido,
esforzándose por conseguir una perfección espiritual
y moral superior a la que se puede obtener en las condiciones
corrientes. Se reunirán para rezar, meditar, hacer
lectura, y la "reunión" será, como
dice Wach, la expresión social típica de la
piedad de este grupo. Al contrario que otros grupos contestatarios,
las diferencias teóricas se dan en un plano secundario
ya que el acento principal se encuentra en los aspectos prácticos
de la vida religiosa, innovándolos e intensificándolos.
En cuanto a las relaciones con la comunidad madre, estos
grupos se caracterizan por el hecho de no identificarse totalmente
con ella; sin embargo, no tienden a formar una unidad especial
dentro de esta comunidad, sino que se conforman con mantener
unas actitudes y formas de devoción características.
Pero es en su seno donde se emplaza el germen de una eventual
transformación de la comunidad.
La fraternitas
Este grupo de protesta destaca, como las cofradías,
por su deseo que provocar cambios en la estructura madre con
el objetivo de volver a lo que consideran la esencia perdida
del grupo, aunque sin la intención de formar ningún
otro grupo o secta aparte, separado del grupo-madre:
"Lo que tiende a agrupar a los hombre son las experiencias,
las actitudes y el ideal común. Al principio un "paralelismo
de espontaneidad" puede ser suficiente, pero habitualmente
no es más que el primer paso hacia una asociación
más íntima de los que están unidos
por una misma protesta contra el statu quo y un deseo común
de renovar y de intensificar la experiencia religiosa central.
Las consideraciones prácticas juegan también
su papel en el asentamiento de grupos de vida comunitaria
[...]. De la misma manera en que se esconde una gran variedad
de concepciones de vida bajo estas normas, existe también
una gran variedad de asociaciones." [Ibid., 157-158]
A diferencia de los collegium pietatis, la fraternitas
consigue estados mucho más estructurados y, como consecuencia,
sus acciones son más limitadas, más específicas:
lo que ganan en estructuración lo pierden en extensión.
Son, por tanto, el origen de aquellos estadios más
estructurados y, al mismo tiempo, más limitados y específicos
de muchos grupos religiosos.
La orden
Las órdenes religiosas son para Wach el tercer tipo
de reacción contra el desarrollo eclesiástico.
Históricamente se han caracterizado por una concepción
todavía más estricta y rígida de nueva
comunidad dentro de la religión madre o gran
religión: alejamiento del mundo, búsqueda de
la presencia del espíritu y de la santidad personal,
absorción total del individuo que es miembro, etc.
"El grupo monástico puede ser definido como
la asociación, fundada y organizada, de aquellos
que, considerada su protesta, deciden llevar una vida en
común de devoción dentro de un comunidad más
cerrada de lo que no puede ni desea ser una fraternidad.
El ideal concebido se encuentra determinado por la experiencia
religiosa central de los inicios. En sus exigencias es exclusiva,
e insiste en la obediencia individual constante. Lo que
une a los miembros del convento y de la orden es la obediencia
absoluta, la residencia estable, la vestimenta especial,
la comida común, las devociones particulares, el
trabajo común. Los monjes están también
unidos negativamente por su renuncia común respecto
de las relaciones y posesiones seculares. La idea de fraternidad
espiritual reemplaza totalmente a la organización
natural. Las reglas generales y locales determinan la situación
en el interior del orden monástico [...] Se insiste
especialmente en la castidad, las oraciones, la ascesis
y la harmonía entre las diferentes actividades. La
importancia que se da a lo demás varía según
las órdenes. Es posible que, por ejemplo, se ponga
el acento en el trabajo manual, el estudio, las misiones,
o la enseñanza de obras de caridad." [N.T.:
el original, quizás por error, no presenta nota bibliográfica
de esta cita textual]
Las órdenes religiosas, tanto si son contemplativas
como activas, constituyen el último paso de estructuración
especial en el interior de un grupo religioso y, como tales,
presentan todas las evidencias de sectarismo según
la mayoría de variables que hemos aceptado como indicadores
de sectariedad: alejamiento del mundo, presencia del espíritu,
adhesión voluntaria, santidad personal, estrechez mental,
compromiso total del individuo, prohibición de prácticas
consideradas como "mundanas", y certificado de calidad
ética.
b) Peter L. Berger: la noción de espíritu
En la búsqueda de una definición de secta e
iglesia, Berger advierte que "el principio que guía
la definición, tenemos que buscarlo en el significado
interno del fenómeno religioso en cuestión,
y no en ciertos accidentes históricos". [Berger,
"The sociological study of sectarianism", 474]
La secta puede ser definida, entonces, como tipo de agrupación
religiosa basada en la creencia de que el espíritu
está inmediatamente presente. La iglesia, por otro
lado, puede ser definida como tipo de agrupación religiosa
basada en la creencia de que la presencia del espíritu
está lejana.
Esta definición puede ser interpretada de manera espacial
(como analogía más que como verdadera descripción
física). Las asociaciones o grupos religiosos se pueden
entender como partes de un sistema que envuelve lo que antes
se ha definido como espíritu o, en palabras de su autor,
the location of the sacred. El área o espacio más
próximo a lo sagrado es lo específicamente religioso;
a fuera descansa el mundo, en el sentido religioso de la palabra.
De manera gráfica, nos encontramos ante una figura
formada por círculos concéntricos: en el centro,
lo que ya hemos definido como espíritu; en el círculo
siguiente encontraríamos la secta; la seguiría
la iglesia; y después, el mundo. Este esquema expresa
también el modo en el que los dos grupos se ven recíprocamente.
"Desde el punto de vista de la secta, la iglesia se
fusiona con el mundo exterior, el área más
alejada de lo sagrado. Sólo en el interior del círculo
más cercano de la secta se puede experimentar lo
sagrado, el espíritu, como inmediatamente presente.
La iglesia, por su lado, contempla al espíritu como
algo lejano, que se ha de acercar mediante sus propios medios
de mediación. Y la iglesia contempla la actitud de
la secta como pretensión irreverente e ilícita
en un ámbito prohibido, mientras contempla su posición
de mediadora entre el espíritu y el mundo."
[Ibid., 475]
Estas relaciones también pueden ser contempladas bajo
el aspecto temporal: no son estáticas. Volviendo a
la representación gráfica, el centro (el espíritu)
puede surgir en cualquier momento, ya sea en lo que hemos
llamado mundo (creando un nuevo sistema de relaciones), o
bien dentro de la asentada estructura que hemos denominado
iglesia. En este último caso, se generará un
proceso dinámico que conducirá a lo que podría
recibir el nombre de sectarismo. Pero además, el espíritu
también puede manifestarse de manera diferente en la
vieja y asentada estructura de la iglesia, iniciándose
en su interior una nueva forma de sectarismo.
De esta manera, haciendo uso del aspecto temporal, podemos
añadir a la definición dada de secta e iglesia
que la primera puede ser o bien una agrupación duradera
o transitoria, mientras que la iglesia, por su propia naturaleza,
es un grupo duradero. Por otro lado, si la secta se convierte
en un grupo duradero en el tiempo, tendrá en su interior
una cierta tendencia a convertirse en iglesia, repitiendo
el proceso que históricamente parece inevitable.
Para Berger, la actitud hacia el mundo determina en gran
parte la estructura interna de la secta. Este hecho es de
una importancia fundamental, ya que la secta se constituye
en su estructura social de manera que pueda desarrollar la
misión para la cual cree que se encuentra en el mundo.
Las relaciones entre la secta y el mundo son complejas. Sin
embargo, parece claro que tienen lugar cambios en la presión
sobre el grupo a medida que el proceso de "rutinización"
avanza. Al principio, cuando la secta se encuentra in statu
nascendi, las presiones parecen ser más fuertes desde
la religión hacia lo social (es decir, los motivos
religiosos determinan la estructura social de la secta). Sin
embargo, más tarde, y a medida que el espíritu
se aleja y la secta se solidifica en formas eclesiásticas,
la presión cambia de dirección, de lo social
hacia lo religioso; la iglesia se encuentra en paz con el
mundo y es invadida por realidades sociales posteriores, normas,
instituciones.
Volviendo a la representación gráfica de secta,
iglesia y espíritu, Berger afirma que en la secta,
tomando inmediatamente la presencia del espíritu, sus
miembros forman una unidad compacta, un grupo unificado. Cuando
se trata de una organización sólida, normalmente
está motivada por la misión de la secta en el
mundo; los vínculos entre los miembros son directos,
sin necesidad de ninguna formalización institucional.
La experiencia religiosa es por sí misma la fuerza
unificadora. Dentro de la iglesia, por el contrario, donde
el espíritu está lejano y sólo se puede
acercar por medios rígidos y establecidos, los vínculos
entre los miembros se debilitan, y la unidad de la estructura
requiere un sistema de vínculos legales que reemplacen
a los religiosos.
5. Un nuevo modelo de análisis: el contínuum
sectariedad-eclesialidad
A lo largo de este capítulo hemos presentado a los
autores que más han contribuido en la formulación
de los conceptos secta e iglesia. Hemos empezado presentando
estos dos conceptos como dicotomía, es decir, como
conceptos que se excluyen mútuamente. Después,
con las tipologías verticales y horizontales, hemos
expuesto dos formas diferentes de superar la dicotomía:
ya sea con una gradación imaginaria que nos distingue
tipos diferentes de agrupación entre los polos extremos
de secta e iglesia; ya sea agrupando las sectas de manera
que se puedan apreciar diferencias y similitudes entre ellas
(sin el referente iglesia como contraparte). Finalmente, hemos
estudiado los autores que, en un intento de superación
de la dicotomía, presentan fórmulas que dan
a estos conceptos un carácter dinámico, haciendo
surgir a la secta incluso en el interior de la asentada estructura
de iglesia. Es así como llegamos a la elaboración
del contínuum sectariedad-eclesialidad, donde las categorías
-más que definir movimientos- engloban ingredientes
tanto de sectariedad como de eclesialidad, en el momento de
situar el grupo en lo que podríamos expresar como contínuum
imaginario.
Así, de forma sintetizada, los puntos de este capítulo
los podemos concretar de la siguiente manera:
I) Secta e iglesia no pueden ser consideradas como
categorías que se excluyen; más bien, tanto
la una como la otra, expresan puntos de partida.
II) Hablar de sectariedad y eclesialidad ayuda a dibujar
una definición dinámica de cualquier grupo o
movimiento religioso, lo cual nos obligará a hablar
de contínuum en vez de dicotomía.
III) Superada la dicotomía y establecido el
contínuum, podemos entender el Opus Dei como un
movimiento religioso dentro de la Iglesia Católica
(esto es: dentro de su grupo de pertenencia), que evoluciona
hacia la eclesialidad, después de un primer estallido
de tendencia renovadora, pero sin provocar ruptura -a pesar
de su alto grado de sectarismo-.
Dejar de hablar de manera excluyente de secta e iglesia nos
ayuda a entender que nos podemos encontrar elementos de sectariedad
tanto en el seno de la propia iglesia, como continuidad y
compenetración entre secta e iglesia o viceversa. Así,
en vez de concluir diciendo si un grupo o movimiento religioso
es o no es una secta, podremos estudiar el grado de sectariedad
y/o eclesialidad de un movimiento religioso en un contexto
concreto y según unas variables preestablecidas. Generalizando,
quizá mucho, podríamos afirmar que, una vez
separado del grupo madre, cualquier agrupación religiosa
se situará en el polo opuesto al de la eclesialidad,
pero con el transcurso del tiempo se expone irremediablemente
a un proceso de rutinización de su propia sectariedad
y, por tanto, se verá sometida a una creciente dominación
de la eclesialidad, convirtiéndose progresivamente
en un cuerpo eclesiástico. Su alternativa será:
desaparecer o evolucionar hacia la eclesialidad.
Este proceso de rutinización, que irá convirtiendo
a un grupo con fuertes elementos sectarios en un cuerpo eclesiástico,
tiene un ejemplo claro en la figura del Opus Dei; pensemos
en su erección en Prelatura Personal, en el proceso
de canonización de la figura de su fundador, o en el
nombramiento de Joaquín Navarro Valls, miembro numerario
del Opus Dei, como director de la Oficina de Prensa de la
Santa Sede. En este sentido, utilizando la fórmula
propuesta por Wach, podemos hablar de la Obra como una ecclesiola
in ecclesia: una iglesia pequeña dentro de otra más
grande.
Sin embargo, nuestro tema de investigación no apunta
en esta dirección. En nuestro estudio queremos profundizar
en uno de los elementos que más destaca cuando secta
e iglesia son caracterizadas: el tipo de afiliación
al grupo. En otras palabras: mientras que en la secta se ingresa,
en la iglesia se nace. Por tanto, en el primer caso la afiliación
es voluntaria, mientras que en el segundo se es por nacimiento.
Como afirma Niebuhr:
"Casi nunca la segunda generación adopta las
convicciones heredadas con el fervor con que lo hicieron
sus progenitores, quienes formularon estas convicciones
bajo la presión de conflictos y los peligros del
martirio." [Niebuhr, The social sources of denominationalism,
19]
Pero antes de hablar de las segundas generaciones, queremos
hacer notar que el círculo cerrado de cualquier inicio
lleva, en sí mismo, la dinámica de cambio en
el número de individuos que pertenecen al grupo. En
este sentido, hay que considerar a los discípulos que
se agrupan entorno del fundador no sólo como discípulos
(o personas que reciben las enseñanzas de un maestro
o fundador), sino más bien como apóstoles (en
el sentido de enviados), es decir: propagandistas (tomando
el verbo propagar en su doble sentido de: "multiplicar
por reproducción" y de "difundir").
Sólo en este contexto se pueden entender aquellas máximas
del fundador cuando decía:
"¡Cada vez has de ensanchar más tu corazón,
con hambres de apostolado!: de cien almas nos interesan
las cien" (Surco, 183). "He predicado siempre
que nos interesan todas las almas -de cien, las cien-, sin
discriminaciones de ningún género, con la
certeza de que Jesucristo nos ha redimido a todos, y quiere
emplearnos a unos pocos, a pesar de nuestra nulidad personal,
para que demos a conocer esta salvación" (Amigos
de Dios, 9). [...] era la tarea del proselitismo la
tarea de invitar a otros a ser miembros del Opus Dei."
[Pedro Rodríguez (y otros), El Opus Dei en la
Iglesia (Madrid: Rialp, 1993)]
Pero si, durante los primeros años del Opus Dei, el
proselitismo era efectivamente la manera de aumentar las filas,
la incorporación de personas casadas, supernumerarios,
hará cambiar la estructura de la organización
para dar respuesta a un problema que hasta entonces no se
había planteado: la socialización de las segundas
generaciones (es decir, los hijos de aquellos que ingresaron
en la Obra de manera voluntaria en edad adulta). Las segundas
generaciones constituyen, sin duda, un punto de inflexión
en la evolución de cualquier movimiento, sea o no religioso,
y el Opus Dei no es la excepción. Y no sólo
porque sea preciso dar respuesta a unas necesidades como la
educación -parvularios, colegios, universidades...-,
el uso del tiempo libre..., sino, y muy especialmente, por
lo que en terminología weberiana calificaríamos
de rutinización del carisma:
"La palabra carisma, derivada de la terminología
bíblica (aunque empleada en un sentido bastante diferente),
quiere denotar un tipo de autoridad social que no se basa
en la tradición ni en la legalidad, sino más
bien en el impacto extraordinario de un líder. El
profeta religioso que desafía el orden establecido,
contraviniéndolo, en nombre de una autoridad absoluta
que le ha sido otorgada por designio divino, es el prototipo
de líder carismático. [...] El carisma constituye
[...] un desafío terrible y apasionado contra el
poder de las pre-definiciones. Substituye las significaciones
viejas por unas nuevas, y redefine radicalmente los supuestos
previos de la existencia humana.
[...] La pasión extraordinaria de un movimiento
carismático difícilmente perdura más
allá de la primera generación. Inevitablemente,
dice Weber, el carisma termina por "rutinizarse":
es decir, que pierde buena parte de su radicalismo, y queda
finalmente reintegrado en las estructuras de la sociedad.
Después de los profetas, vienen los papeles, y después
de los revolucionarios, los funcionarios. Pasado el terremoto
de la revolución -religiosa o política- y
una vez instalados en lo que se había considerado
como un orden nuevo, los hombres de percatan de que los
cambios no han sido finalmente tan absolutos como parecía.
Los intereses económicos y las ambiciones políticas
empiezan a entrar en juego, y el fervor de la insurrección
se enfría. Las antiguas costumbres vuelven a reafirmarse,
y el orden creado por la revolución carismática
empieza a parecerse molestamente al ancien régime
que con tanta violencia se había destruido. Según
los valores de cada uno, este hecho puede entristecerlos
o consolarlos." [Peter L. Berger, Invitació
a la sociologia: Una perspectiva humanística (Barcelona:
Herder, 1986), 153-155]
Así, las generaciones siguientes a la primera propician
la evolución del grupo hacia la institucionalización.
Las experiencias personales que vinculan a sus miembros de
la primera generación hacen innecesario el uso de ninguna
mediación. Pero estos vínculos se van disolviendo
progresivamente y la mediación de instituciones objetivas
es cada vez más indispensable. La sociedad religiosa
sólo puede mantener su unidad con la formulación
de símbolos de fe, de credos basados en la experiencia
vivida sólo por la primera generación.
Berger y Luckmann [Peter L. Berger & Thomas Luckmann,
La construcció social de la realitat (Barcelona: Herder,
1988), 85 y ss.] ilustran esta situación imaginando
dos individuos (A y B) en el proceso institucionalizador de
tipificaciones recíprocas, afirmando que para que se
puedan producir "es preciso que la situación social
presente una mínima continuidad y que haya puntos de
conexión entre las actuaciones, convertidas en hábitos,
de dos o más individuos." [Ibid., 88] La
situación sufrirá un cambio cualitativo si tanto
A como B tienen hijos; eso quiere decir que cuando el mundo
institucional que estos dos individuos han ido construyendo
durante su interacción tiene que ser transmitido a
otros. "Es el perfeccionamiento de la institucionalización,"
[Ibid., 89] ya que a partir de este momento las instituciones
empezarán a ser vividas como dotadas de una realidad
propia y exterior al individuo, la cual se podrá imponer
coactivamente.
"Así, y continuando con el ejemplo de los individuos
imaginarios: Mientras las instituciones nacientes se construyen
y se mantienen tan sólo en la interacción
entre A y B, su objetividad era tenue, fácilmente
alterable, casi caprichosa, aunque por el solo hecho de
existir tenía ya, en efecto, un cierto grado de objetividad.
[...] Como A y B eran los únicos responsables de
haber construido este mundo, siempre tenían la posibilidad
de cambiarlo o abolirlo. Por otro lado, como que eran ellos
mismos quienes habían configurado este mundo durante
una biografía compartida que recuerdan, el mundo
así configurado se les aparecía con toda transparencia.
A y B podían comprender el mundo que ellos mismos
habían creado. Pero todo esto cambia a partir del
momento en que empieza el proceso de transmisión
a la nueva generación. La objetividad del mundo institucional
ahora se "espesa" y se "endurece", y
no sólo para los hijos, sino también (como
consecuencia de un efecto reflejo) para los mismos padres.
[...] un mundo visto desde la perspectiva del "como
hay que hacer las cosas" se vuelve más firme
y sólido; se convierte en "real" de forma
más indiscutible, y por tanto ya no es tan fácil
cambiarlo. Para los hijos -y sobre todo en la fase inicial
de su socialización en este mundo- aquel mundo se
convierte en el mundo: el único posible. Mientras
que para los padres pierde su carácter de caprichosidad,
y se vuelve "serio". Por otro lado, para los hijos,
el mundo que les transmiten los padres no es completamente
transparente. Como que ellos han colaborado poco en configurarlo,
este mundo se les presenta delante suyo como una realidad
ya hecha, como un hecho que, igual que la naturaleza, es
parcialmente opaco." [Ibid., 89-90]
Así, mientras que A y B tienen la memoria biográfica
para rememorar los inicios de la institución (y en
consecuencia, la posibilidad también de cambiarlos),
a sus hijos la realidad histórica les llega con la
tradición: "Su conocimiento de la historia es
un conocimiento "de oído"; saben lo que les
han explicado, pero no pueden acceder a la significación
original de las instituciones a través de su memoria.
Por eso, es necesario hacerles una interpretación con
fórmulas legitimadoras diversas, las cuales deberán
de ser lo bastante globales y coherentes con el orden institucional
como para convencer a la nueva generación." [Ibid.,
94]
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